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, Felipe III ha robado á los moriscos, y quien dice Felipe III, dice el duque de Lerma. Esto es ya demasiado, demasiado dijo enteramente aturdido Lerma, que no había creído que existiese un hombre capaz de decirle de frente tan agrias verdades. A tal punto le habían llevado su envanecimiento, su privanza y la nulidad del rey. ¡Pues ya se ve que es demasiado!

29 En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera. 30 Sino que cada cual morirá por su maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera. 31 He aquí que vienen días, dijo el SE

Pero las cualidades no fueron bastante eficaces para impedir que el defecto promoviera cuestiones agrias entre ama y sirviente, y en una de estas, Benina fue despedida. Los niños la echaron muy de menos, y lloraban por su Nina graciosa y soboncita. A los tres meses se presentó de visita en la casa. No podía olvidar a la señora ni a los nenes.

Cruzáronse entre ellos algunas palabras fuertes, algunas frases agrias; pero al fin pudo el cariño más que ningún otro sentimiento, y Juan dijo: Mira, no añadamos a la pesadumbre que ya tenemos la pena de enfadarnos uno con otro. No hay remedio: si madre lo manda, uno tendrá que sacrificarse. Que ella lo designe, y ese que baje la cabeza, obedezca y se resigne sin chistar. ¿Convienes en ello?

¿Qué le voy a hacer? suspiró Francisca en tono burlón. Es el efecto en del celibato... Hay jóvenes que se vuelven de azúcar, como Genoveva; hay otras que se ponen más agrias que un limón, como yo... No comprendo por qué tienen ustedes todas, trazas de encontrar magnífico ese sentimiento de pureza virginal de que hablan.

A su lado, un anciano respetable comenta también en voz alta el curso de las operaciones, con palabras agrias que nadie escucha; a pesar de sus anteojos, no ve bien la pizarra: se empina, empuja a los vecinos y jura cada vez que algún oficioso repite la cifra que él no alcanza a distinguir. Encarándose con Rocchio, exclama: ¡Pero esto es la ruina de todos! El país está perdido.

Tan excesivo número de hermandades daban origen á competencias y rivalidades entre unas y otras, por muy varios motivos, y en particular las de los barrios bajos, compuestas en su mayoría de gentes de armas tomar y de mozos del brazo de hierro y de la mano airada, tenían con frecuencia en mitad de la calle y entre las sombras de la noche agrias disputas y pendencias, donde los devotos venían siempre á las manos, propinándose sendos bofetones, palos y farolazos que dieron con justicia origen á la fama legendaria que aún todavía conservan los Rosarios de la aurora.

La estrechez de recursos impuso economías, y entonces se resistió a sufrir ciertas privaciones y molestias. La cosa más insignificante era allí ocasión de disputa, y el último altercado era el de palabras más ágrias. Una tarde, al querer Pepe acostar a don José antes de lo acostumbrado, vio que no le habían hecho la cama, y como increpase a su hermana, repuso ella: ¿Soy yo criada?

Al fin y al cabo en aquel momento crítico el corazón hablaba. No en vano había estado enamorada tanto tiempo. La joven se defendía con empeño, negando que estuviese triste y casi casi que hubiera estado enamorada. No se puede llamar amor lo que he sentido por ese hombre... Era una locura, un antojo por cosas agrias, como solemos tener las mujeres.

Tenía en la viña muchas hermosas uvas. Entonces dijo: Mis uvas son las 40 más hermosas de Extremadura. Nunca he visto uvas tan hermosas. Al fin llegó el otoño y empezó la vendimia. El hombre cogió algunas uvas pero eran ácidas como el vinagre. Nunca había visto uvas tan agrias. En este momento llegó el extranjero. Este 45 año, dijo hace Vd. el tiempo. ¿Cómo encuentra las uvas?