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Actualizado: 3 de junio de 2025
Empezaban a sentirse avergonzados y no sabían por dónde tirar. En el mismo instante salió una mujeraza de la puerta más próxima, y agarrando a una de las niñas embadurnadas, le levantó las enaguas y empezó a darle tal solfa en salva la parte, que los castañetazos se oían desde el primer patio.
Al contrario, no bien se recobró Juanita del susto y de la sorpresa, puso una cara tan feroz que daba miedo, a pesar de ser tan hermosa, y agarrando con ambas manos por los hombros a don Andrés, le sacudió lejos de sí con tal fuerza, que vaciló como ebrio y faltó poco para que cayese por tierra.
Quedan la capitana y vizcaina En gran peligro surtas junto á tierra: Mas luego en un momento muy aína La vizcaina el ancla desafierra: Agarrando dos leguas ya camina En luengo de una costa y de una sierra; Mas no se osa meter en la mar brava Con el temor de la agua que faltaba.
Creo, Luis, que si no tuviese á mi mujer y mi hija, aquí me quedaría para siempre. Esta es la verdadera vida. La de fuera ya sabes lo que es: penas y maldiciones. Aresti le escuchaba silencioso, mirándolo fijamente, sin pestañear, como en presencia de un enfermo; de «un caso interesante». ¿Y qué es eso que llevas ahí? dijo de pronto, agarrando el libro que su primo conservaba cerrado en una mano.
Siete u ocho antropófagos cayeron; pero los otros se arrojaron al agua, y agarrando a los chinos por las trenzas y por los pies, los sacaron a tierra. Por algunos instantes se oyeron los desesperados gritos de los amarillos, que a poco fueron sofocados por el espantoso vocerío de los salvajes.
Otra vez vio al Cantó con su cabeza entrapajada, en el mismo sitio, rodeado de amigos, a los que hablaba con violentas gesticulaciones. Al reconocer al señor de la torre, antes de que sus camaradas pudieran sujetarle, se agachó, y agarrando dos piedras en los endurecidos surcos, arrojólas contra aquél.
A continuación se quitó la camisa, quedando sin más que los pantalones y las altas botas. Luego se inclinó, y agarrando dos puñados de nieve, empezó á frotarse el tronco, un poco angosto, y los brazos nervudos. El príncipe se estremeció de sorpresa y de frío, lo mismo que muchos de los espectadores.
¡Casarse él, vusté!... memo, más que memo, ¡casarse! exclamó . Si la señorita dice que vusté no se puede casar... Sí, se lo decía a doña Silvia la otra noche. La indignación que sintió Maximiliano al oír este concepto fue tan viva, que de manifestarse en hechos habría ocurrido una catástrofe. Porque tal ultraje no podía contestarse sino agarrando a Papitos por el pescuezo y estrangulándola.
En estas batallas de viva voz, un versolari iniciaba el tema, seguro de que al momento surgiría la contestación de sus rivales; y así, prolongándose el razonamiento de unos á otros, agarrando cada cual el hilo de la interminable canturria donde lo abandonaba el enemigo, hacían pasar al público embobado horas enteras.
Entonces, desconcertado por la prisa, mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes, soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de las rocas.
Palabra del Dia
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