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Actualizado: 19 de junio de 2025
«Dos meses de pensión han devengado ustedes ya, y ahora nos pondremos de acuerdo para las formalidades que han de llenarse, a fin de que uno y otro perciban desde luego...». Llegó a creer Ponte que hacía una rápida ascensión en globo, y se agarró con fuerza a los brazos del sillón, como el aeronauta a los bordes de la barquilla.
Las cimas de los árboles se balanceaban, movidas por el céfiro, y un largo rayo de luz se abrió camino entre las enlazadas ramas, dando de lleno en la indecisa cara, sorprendiéndola en una mueca de irresolución. De pronto, agarró con su habitual ligereza la mano del maestro.
Frío, aunque corría el mes de Marzo, no lo sintió, sin duda por la emoción de que iba poseído. Acercose como pudo al viejo y trató de cogerlo; pero éste, al sentir su mano, dio una vuelta rápida, y con las ansias de la agonía le agarró por un brazo.
921 No hay matrero que no caiga, ni arisco que no se amanse; ansí, yo, dende aquel lance, no salía de algún rincón, tirao como el San Ramón después que se pasa el trance. 922 Me le escapé con trabajo en diversas ocasiones; era de los adulones; me puso mal con el Juez; hasta que al fin una vez me agarró en las eleciones.
Los esposos salieron cabizbajos, y cuando se despedían de Doña Sagrario en la puerta, el condenado vejete agarró con su zarpa acerada el brazo de Tablas, que a su lado estaba, y con ardiente anhelo le dijo: Tablas, cuatro duros, cuatro duros para ti, si vas ahora y le das un puntapié a ese tunante y le arrojas rodando por la escaleras. No hagas daño a mi nieta, ¿entiendes? a mi nieta no.
Emma, en vez de levantar a su marido de la postrada actitud, después de dar un grito, como los que daba al entrar en su baño de agua tibia, fue doblándose, doblándose, hasta quedar con la boca al nivel de la boca de Bonis; con ambas manos le agarró las barbas, le echó hacia atrás la cabeza, y, como si los labios del otro fuesen oído, arrimando a ellos los dientes, dijo como quien hablando bajo quisiera dar voces: ¡Júrame que no me la pegas!
Piscis, siempre terrible, agarró un guijarro de la calle, esperó a que su amigo doblase la esquina, y ¡zas! lo encajó dentro del Camarote, haciendo polvo los cristales. Luego se dió a correr. Para que no le conociesen los que salieran en su persecución, se dejó caer sobre las manos, corriendo en cuatro pies con habilidad pasmosa. En el café de la Marina había también alguna gente.
Bueno. Egoísta por mi hijo. No me repugna. Por él, cualquier cosa. Me agarro a lo absoluto. El deber de padre, el amor de padre, es para mí lo absoluto». Estas frases y otras por el estilo no imperaban siempre en el alma de Reyes.
Llegó entre los últimos, con la tez verdosa, la expresión hambrienta o fastidiada. Lo agarro del brazo: Aquí lo tienes, Yolanda digo a ésta. Es Lotario Pütz, hijo único de Pütz, hijo mío, casi. Dale la mano, llámale Lotario. Y al ver que ella vacilaba, tomé sus cinco dedos y los puse entre los de Lotario.
De súbito, pues, y cuando todos los concurrentes menos lo preveían, lanzó el gaucho varios feroces reniegos, se levantó de la mesa, agarró del brazo a Catalina e intentó llevársela consigo a tirones y poco menos que arrastrando. Llena de susto y lastimada por la violencia, la muchacha dio chillidos.
Palabra del Dia
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