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Actualizado: 25 de octubre de 2025
Dios le había deparado sin duda aquel trance para probarla y darle de improviso, cuando más afligida estuviese, el alegrón de ganar el pleito y confundir a su implacable abuela. Pero donde la hallamos más en carácter es en aquel punto y hora en que echaba mano de su cualidad de idealizar las cosas para obtener los más dulces confortamientos. ¿No ennoblece el martirio a las criaturas?
Y de repente, dejando escapar un súbito sollozo, tapóse el rostro con el pañuelo, y un llanto desconsolador brotó de sus ojos, revelando un profundo abismo de amargura, un dolor hasta entonces callado y oculto. Quedóse un momento suspensa la Villasis, atónita y afligida por el temor de haber causado aquella honda pena. ¡Pero, Genoveva, por Dios!... ¿Te he ofendido?...
Acudió el niño músico, y asustado de ver a la señora tan afligida, le preguntó la causa de su duelo. La marquesa le besó en la frente, le tomó después la mano, buscó en ella un dedo... «¿Es para mí esa sortija? preguntó el muchacho. Para ti. Quizás sea demasiado pequeña... Pero en el meñique bien puede entrar. Ya está. No la pierdas. ¿Es regalo tuyo? Sí».
Ya deseo que se acabe este mes por salir della." Pues, estando en esta afligida y hambrienta persecución un día, no sé por cual dicha o ventura, en el pobre poder de mi amo entró un real, con el cual él vino a casa tan ufano como si tuviera el tesoro de Venecia; y con gesto muy alegre y risueño me lo dio, diciendo: "Toma, Lázaro, que Dios ya va abriendo su mano.
La señora gruesa lloraba afligida. Pero, ¿nos van a fusilar? preguntó gimiendo. ¡Vamos! ¡Vamos! dijo uno de los hombres armados, brutalmente. La señora se arrodilló en el suelo, pidiendo que la dejaran libre. La señorita, pálida, con los dientes apretados, lanzaba fuego por los ojos. Sin duda, sabía los procedimientos usados por el cura con las mujeres.
LEONOR. ¡El es; y desea morir cuando su vida es mi vida! ¡Si así me viera afligida por él al cielo pedir!... MANRIQUE, dentro. No llores si a saber llegas que me matan por traidor, que el amarte es mi delito, y en el amor no hay baldón. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor. LEONOR. ¡Que no llore yo, cruel! No sabe cuánto le quiero. ¡Que no llore, cuando muero en mi juventud por él!
A la vez que pensara que era muy natural que ella misma desafiara el frío y la nieve a fin de ir a hacer una obra de misericordia, aquella mujer estaba, sin embargo, muy afligida al ver a un joven que se mojaba los pies por obedecer una impulsión semejante. Haríais mucho mejor en volveros, señor dijo Dolly con compasión respetuosa . No tenéis para qué tomar frío.
Con sólo la natural vivacidad de la pasión, con una de aquellas ardientes palabras que el amor inventa y a ustedes los poetas no les cuesta mucho emplear, debía bastar para arrancarla de la ilusión que la seducía, para demostrarle que era inevitable la transformación de la amistad que la ligaba con usted, y a darle, con la previsión del mal, la idea de substraerse finalmente a una vida demasiado afligida por el dolor.
Palabra del Dia
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