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Actualizado: 12 de mayo de 2025
La botica se había colmado después de desmayadas y contusos; y a don Adrián, y a Leto y al mancebo, y al mismo Cornias, les faltaba tiempo para disponer antiespasmódicos y aplicar compresas de árnica y vegeto, y hasta alguna que otra tira de aglutinante. No se había visto otra ni se volvería a ver tan pronto, en Villavieja.
Nieves anda otra vez maleando de la cabeza, y se había tendido sobre la cama un poco antes de llegar usted. Sin eso, la hubiera usted saludado, porque no quita lo cortés a lo valiente, señor don Adrián. Con que cuando usted guste...
Se reconocieron; y dijo al instante Leto: He andado buscándole a usted por todo Villavieja. Y yo venía dudando dijo a su vez el comandante , si colarme ahora en la botica para hablar con usted delante de don Adrián, o dejarle recado para que se viera conmigo en mi casa. ¿Luego tiene usted algo grave que decirme? observó Leto casi afónico y temblándole todas las entrañas.
Abrió Leto y entraron las cinco personas, teniendo que descubrirse don Adrián, porque para un sombrero como el suyo, puesto sobre la cabeza, no había allí bastante altura de techo. Por lo demás, sobraba sitio en que revolverse los visitantes con desahogo. Nieves se admiró de ello y del primor con que estaba dispuesto y hecho todo en aquel microscópico salón, que resultaba hasta lujoso.
Pues, en la proporción debida entre lo celestial y lo más noble de lo terreno, esa cara será la que ponga el hijo de don Adrián cuando sepa que los montes se le allanan... Y don Adrián, ya que usted le menciona, ¿cómo lo tomará? Ese debe darle a usted más miedo en este caso que doña Lucrecia. Si lo toma a la altura de lo que le quiere a usted y admira a Nieves, ¡pobres de nosotros!
Ya se sabe que después de visitar la Colegiata, hicieron una larga parada en la botica, y que desde la botica se fueron a corretear por la villa hasta dar a última hora en el Casino. Poco importa lo que hicieron en él, y menos lo que les ocurrió andando al aire libre, que no abundaba ciertamente aquella tarde; pero hay que decir algo de su visita a don Adrián Pérez el boticario.
¿Qué muchacho? preguntó Nieves, casi sin voz y temblorosa, con ánimo de alejar un poquito más la respuesta que se la pedía tan en crudo. El hijo de don Adrián... Leto, vamos. No sé yo dijo aquí la pobre niña aturrullada y convulsa , cómo responderte a eso; porque no está bien claro...
Y aunque se tomara... Véngase, véngase, don Adrián; y verá usted qué guapamente estudiamos las condiciones marineras del Flash... desde tierra firme.
¡Chocarme a mí nada de eso! exclamó don Adrián levantándose de la silla, tembloroso y con los ojos empañados . ¡Creer que me cierra usted las puertas de su casa... cuando voy, eso es, a cerrármelas yo mismo!
Se sabe, por ejemplo, que en 1639 hizo uno del Almirante de Castilla Don Adrián Pulido Pareja: Palomino que lo vio en casa del Duque de Arcos, dice, que esta hecho «con pinceles y brochas de astas largas que usaba algunas veces, para pintar con mayor distancia y valentía; de suerte que de cerca no se comprendía y de lejos es un milagro»; añade que lo firmó en latín; y hasta refiere una anécdota, según la cual estando el cuadro puesto hacia donde había poca luz y entrando el Rey, como solía, a ver pintar a Velázquez, confundió la pintura con el hombre, preguntando al retratado: «¿Qué, todavía estas aquí? ¿No te he despachado ya? ¿Cómo no te vas? y luego comprendiendo su error dijo al artista: Os aseguro que me engañé.»
Palabra del Dia
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