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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Bonifacio Reyes era admirador del arte en todas sus manifestaciones, según él se decía; y aunque la música era la manifestación predilecta, porque le llegaba más al alma, con una vaguedad que le encantaba y que no le exigía a él previo estudio de multitud de ideas concretas que debían de andar por los libros de facultad mayor; y aunque la susodicha música era el arte que él mejor poseía, merced a sus estudios de solfeo y de flauta, no había dejado de ejercitarse en una u otra época de su vida, sin pretensiones, por supuesto, en cuanto mero aficionado, en otros medios humanos de expresar lo bello.
Harto comprendía él que las luchas políticas, por rara excepción, tienen hoy el infame privilegio de enconar las divisiones de familia; mas no se le ocultaba que para el viejo y entusiasta partidario del progresismo, para el admirador de los que pusieron término a la primera guerra civil, sería triste pesadumbre saber que un hijo suyo, hecho clérigo a hurtadillas, era agente y servidor de los facciosos.
Nada mas grato para el excursionista admirador al mismo tiempo de la naturaleza y de las obras humanas, y deseoso de adquirir alguna idea de las poblaciones rurales, que ese paseo en que las horas vuelan para el espíritu encantado, al traves de aquella sucesion de paisajes tan variados e-interesantes.
El señor de Bretignières tuteaba al pequeño marqués, le llamaba mi general y le hacía saltar sobre su única rodilla. Besaba galantemente las manos de la enferma y la servía con la devoción de un viejo paje o de un trovador retirado. Tenía un admirador de otra escuela en la persona del señor Stevens, juez de instrucción del tribunal real de Corfú.
Además se complacía en defenderle en todas partes y a boca llena le apellidaba el primer poeta español de su siglo. Un día fue invitado para la velada que en honor suyo debía celebrarse al día siguiente en el salón paraninfo de la Universidad. Como admirador, como discípulo y amigo íntimo, ocupó un puesto en primera fila, «entre los alabarderos» como él mismo decía riendo a su maestro.
Liberal antiguo, gran admirador de Martínez de la Rosa por sus versos y por la elegancia diplomática de sus corbatas, torcía el gesto al leer los periódicos y las cartas de su hijo. ¿En qué pararía todo aquello?... En el corto período de la República volvió el padre a la isla, dando por terminada su carrera. «La Papisa Juana», a pesar del parentesco, fingía no conocerle.
Cuando mas algun admirador anticuario dice por lo bajo: «¡Qué guapa moza es nuestra reina!» La España que creia en el derecho divino de los reyes ha muerto, y sobre sus ruinas se está levantando la España demócrata. Ni un soldado acompaña en los dias comunes la carroza de la reina: esa es una manifestacion de confianza en la lealtad de los Españoles.
Con picos y todo me parece bien..., muy curiosito..., muy pulcro... Hasta la enormidad descomunal de los picos se me antoja ya que le da cierto carácter original y grave. Pero, señor, ¿dónde se habrá escondido el Conde? ¿Qué Conde? preguntó Beatriz. Tu más fervoroso admirador. Apenas te vió vino a decirme que habías llegado. Lo singular es el miedo que te tiene.
En efecto; Calderón no es, como aparece de estas descripciones, solo y aislado, sino el eslabón de una gran cadena, un punto más distinto de una larga serie de ellos; y, aunque se conceda á su elocuente admirador que el drama español se muestra en sus obras, en su forma más perfecta, es imposible, sin embargo, apreciar su mérito con exactitud si no se le estudia en sus relaciones con los que le precedieron.
Era el primer saludo sonriente que recibía Elena después de la muerte de Pirovani. Adivinó en este hombre al único admirador que le quedaba, y esto le pareció tan cómico que casi la hizo reir. En adelante sólo podría contar con el enamoramiento de un gaucho medio bandido. Quedó pensativa, con la frente apoyada en los cristales, mirando la avenida solitaria.
Palabra del Dia
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