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Actualizado: 11 de junio de 2025


A los judíos no he hecho injuria alguna, como sabes muy bien. 11 Porque si alguna injuria, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehuso morir; mas si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede darme a ellos. A César apelo. 12 Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: ¿A César has apelado? A César irás.

Cipriano y Lactancio acusan á los mismos de enseñar el adulterio y la lujuria ; Tertuliano llama á los teatros templos de Venus y de Baco, escuela de inmoralidad y de deleite , y Crisóstomo pinta con colores no menos sombríos las compañías de actores de su tiempo.

Pero si en el modo de designarlos hay algo de bautizo caprichoso y arbitrario, todo lo restante es en ellos asombrosa verdad: no pueden imaginarse tipos más perfectos de esa suciedad y desorden con que el cuerpo y las ropas, el continente y el semblante, acusan la perturbación del pensamiento: de su orgullosa filosofía a la pérdida de la razón no hay más que un paso.

He venido yo en persona para tranquilizarle... No se apure usted, pues, que la detención no tiene importancia, y véngase conmigo. De este modo y a esta hora nadie se enterará. ¿Una denuncia?... ¿De qué me acusan? Al parecer es el asunto de la escapatoria de la chica de Osuna... No se asuste usted. No me asusto, señor juez.

Por la recta razon conocen los hombres que lo justo es digno de premio, y así todos los justos lo solicitan: que lo injusto es digno de castigo: y los injustos, aunque se huyan y escondan, sienten interiormente remordimientos, que los acusan y convencen ser merecedores de pena.

En vista de cuanto va sucediendo y usted relatando, no pocas personas acusan a usted de sobrado pesimista y de que pinta con los más negros colores la inmoralidad y los vicios de la alta sociedad a que pertenece. Lo que es yo disto mucho de ver en usted tan mala intención. Y no entiendo tampoco que sea el resultado malo, aunque la intención sea buena.

No es cierto. Las cartas dirigidas a usted por sus correligionarios de Rusia y de Inglaterra lo acusan de haberlos traicionado. Por tercera vez fijó el acusado su mirada en la cara del juez, y se estremeció. Tenía que ayudar a otros. ¿Cree usted que yo le voy a revelar secretos que no son míos? ¿Quiere usted aprovechar mi prisión para instruir un proceso político? ¡No, no!

No, no; esa mujer no se habrá atrevido... Yo lo sabré, yo lo comprenderé, y doña Clara no volverá á leer en mi alma, porque me ha avisado. ¡Y Dorotea!... ¡Dorotea! ¡la hija de aquella otra Margarita, infeliz!... ¡la acusan aquí!... ¡en esta carta! ¡ella y ese Gabriel Cornejo pueden comprometer á la reina!... ¡Dios mío! ¡Dios mío!

A otros curas les he oído muchos casos semejantes, ya de acusarse de haber faltado al precepto de la misa más veces que los días a que están obligados en el año, otros en haber quebrantado el ayuno en mayor número que les obliga, y de algunos que han confesado pecados que moralmente es imposible que ellos los hayan cometido, y que examinándolos bien hallan ser mentira fraguada para confesarse de algo, por no tener hecho examen, o no querer confesarse de lo que verdaderamente han hecho, y parecerles que el padre no los ha de creer si no se acusan de muchos y graves pecados.

Me acusan de un infame delito: de haber puesto mis ojos en un ángel, de blancas alas célicas, de pureza inmaculada.

Palabra del Dia

vorsado

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