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Actualizado: 1 de junio de 2025
Reconozco, no obstante, que mi drama no hubiera sido tan aplaudido y celebrado a no ser por el mérito de los actores y de las actrices que me hicieron la honra de representarle. Fueron éstos la simpática señora doña Rosario Conde y Luque de Rascón, las dos señoritas doña María y doña Isabel de Valenzuela y los Sres. D. Alfonso Danvila, D. Javier de la Pezuela y D. Silvio Vallín.
Díjose que si el General riñó con la condesa, si ésta pasaba su vida en las quintas de placer, si S. E. estaba aburrido, si el consul francés, si hubo regalos, etc., etc., y danzaron muchos nombres, el del chino Quiroga, el de Simoun y hasta los de muchas actrices.
Consta de los documentos de esa época, que residieron en ella todos los célebres actores y actrices de los siglos XVII y XVIII, desde Agustín de Rojas y Alonso de Olmedo, hasta Manuel García Parra y Mariano Querol, y desde María Riquelme y María Calderón, hasta la Ladvenant y la Tirana, viviendo en las calles de las Huertas, Amor de Dios, San Juan, Santa María, Francos, Cantarranas y León; costumbre seguida por los actores y actrices modernos, hasta hace poco, como Rita Luna, Isidoro Máiquez, Guzmán, Latorre, Romea y otros.
Así comenzó su carrera de empresaria aquella mujer excepcional, que mandó construir el teatro del Havre y tuvo en París dos teatros suyos, por los cuales, durante sesenta años, desfilaron las actrices y actores más célebres de aquella época: Mlle.
El Conde estaba sin amores conocidos, la crónica escandalosa no designaba, ni en la sociedad elegante, ni entre la gente de la clase media, ni entre las bailarinas y actrices, ninguna que le tuviese cautivo en sus redes. En sujeto de tanto valer, tan gallardo y afortunado siempre con las mujeres, era inexplicable esta soledad amorosa, si no se suponía alguna pasión oculta.
Esperaban, lo mismo que las actrices, a que la sala tuviese buen público, y sus doncellas o los hombres de la familia iban del camarote al comedor para echar un vistazo y volver con noticias. Cada familia quería que las otras fuesen por delante, y así dejaban pasar el tiempo sin decidirse. Estaban los pasajeros en el tercer plato, cuando empezaron a presentarse las disfrazadas, todas de golpe.
La noticia ha corrido por los bastidores, ha penetrado en el saloncillo de autores, ha llegado también á los «camerinos», donde las actrices acaban, entre risas, de alegrar con carmín la frescura bermeja de sus labios.
Nosotros gobernaremos el mundo: ellos se cuidarán de inventar modas, harán agradable la vida del extranjero que los visite, y en el terreno intelectual les estimularemos para que eduquen actrices bonitas, produzcan novelas entretenidas y discurran comedias graciosas... Nada más. Desnoyers rió mientras estrechaba la mano de su primo, fingiendo tomar sus palabras como paradojas.
Y mientras cantaban la frase normanda allez, marchez! allez, marchez! sonreían á sus respectivos adoradores de las butacas con tanta desfachatez que don Custodio, despues de mirar al palco de la Pepay como para asegurarse de que no hacía lo mismo con otro admirador, consignó en la cartera esta indecencia y para estar más seguro, bajó un poco la cabeza para ver si las actrices no enseñaban hasta las rodillas.
Al que no lo necesitase nadie le impediría gastar su sueldo en obras de misericordia ó regalar al teatro mismo, para adorno de sus galerías y salones de descanso, bustos y pinturas que representasen á nuestros mejores dramaturgos, actores y actrices.
Palabra del Dia
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