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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Llegaban parejas de aspecto distinguido, acostumbradas á la vida de los salones, vestidas con elegancia, y revueltas con ellas vió pasar á varios jóvenes de abundosa cabellera, que llevaban frac lo mismo que los otros invitados, pero se despojaban de paletós raídos ó con los forros rotos.
Por acuerdo capitular de 20 de Febrero de 1636, fue nombrado el hermano Pedro Diaz de Villamayor «para que encomiende las benditas ánimas del purgatorio todas las noches á las horas acostumbradas repartiéndose por todo el lugar desde la oración del ave maria hasta que hayan tocado conforme á la costumbre y gane lo que han llevado «sus antecesores» y este nombramiento hace la ciudad por el tiempo que sea «su voluntad» . La frase subrayada indica que era vieja la costumbre de que la ciudad pagase rezadores.
Evidentemente respondió el cura, cogiendo su caja de rapé y tomando un buen polvo. Así sucedía y así sucede todavía con las jóvenes acostumbradas a la obediencia pasiva... Señor cura, le cojo a usted en flagrante delito de contradicción.
Son jóvenes, están mal educadas, la conducta de su madre no puede servirles de buen ejemplo, y acostumbradas al lujo, es fácil que, al verse en la miseria, se pierdan para siempre.... No intentes contestarme; no me convencerás. Conozco adonde se llega siguiendo ese camino en que os halláis.... Os protegeré, pero ya sabes quién soy yo.
La mujer, recelando alguna gran pesadumbre, se llegó a él, y le enfadó tanto con las acostumbradas importunidades, que dijo: ¿Qué ha de ser, si el bellaco ladrón de Almendros el aposentador, me ha dicho, teniendo palabras con él sobre el arrendamiento, que vos nos sois limpia?
Cuente usted, aclare usted eso. ¡Ay! Es demasiado horrible. Nosotras no estamos acostumbradas á esas cosas, y tales hechos nos confunden; yo, sobre todo, no puedo soportar.... Pues no lo duden ustedes. El joven se coló en la casa el domingo por la tarde, y estuvo aquí como una hora. Averígüenlo ustedes y verán cómo es cierto. Si parece increíble dijo Paz, sentándose otra vez.
Señora añadió, volviéndose á doña Rosalía no extrañe usted esta congoja; no estamos acostumbradas á golpes de esta clase. Nosotras, por nuestro nacimiento, nuestra educación y nuestra religiosidad, hemos estado siempre por encima de todas esas miserias. ¡Ay! nosotras hemos tenido la culpa por nuestra excesiva caridad.
La huerta entera lo sabía. ¡Válgame Dios, y cómo se pierde una casa! ¡Tan bueno que era el pobre tío Barret! ¡Si levantara la cabeza y viese á sus hijas!... Ya sabían en la huerta que el pobre padre había muerto en el presidio de Ceuta hacía dos años; y en cuanto á la madre, la infeliz vieja había acabado de padecer en una cama del Hospital. ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién les hubiese dicho á ella y á sus hermanas, acostumbradas á vivir en su casa como reinas, que acabarían de aquel modo? ¡Señor! ¡Señor! ¡Libradnos de una mala persona!...
25 de mayo. Estos últimos días tienen la frescura de uno de esos sueños consoladores que uno teme ver acabar; y cuando pienso que ya hace muchas semanas que dura este encanto y consulto con mi corazón para convencerme de que no es una de esas ilusiones acostumbradas, una multitud de presentimientos terribles se acumulan de pronto en mi pensamiento y descubro en mí una conciencia vaga, pero infalible, de una gran desgracia futura.
Pasó don Quijote al cuarto, que era un hombre de venerable rostro con una barba blanca que le pasaba del pecho; el cual, oyéndose preguntar la causa por que allí venía, comenzó a llorar y no respondió palabra; mas el quinto condenado le sirvió de lengua, y dijo: -Este hombre honrado va por cuatro años a galeras, habiendo paseado las acostumbradas vestido en pompa y a caballo.
Palabra del Dia
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