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Actualizado: 11 de junio de 2025
Circulaban entre los grupos noticias confusas y hasta contradictorias acerca del Hombre-Montaña; pero todas ellas estaban acordes en presentarlo como un insolente, enemigo del país que le había dado hospitalidad y escarnecedor de sus buenas costumbres.
Poco a poco y a influjo sin duda de las ideas que la embargaron, su rostro perdió la expresión habitual y fue adquiriendo otra dolorida y humilde como la de una Magdalena. En aquel momento los acordes del piano subieron vibrando por la obscura escalera, señalando los primeros compases de un insinuante rigodón. Dejose caer de rodillas y dobló la cabeza. Al poco tiempo sollozaba.
Ambas me imponen de las ideas de V. E. y del gefe portugues, que aunque opuestas entre sí, no son acordes con mi modo de pensar, que me precisa á decir el amor á la Patria y á la justicia, y el empleo de gefe de la tercera division de demarcadores: mucho mas, siendo mi demarcacion, en mi juicio, el negocio mas grave que puede ocurrir en el vireynato.
Y no fue vana su amenaza; a los dos minutos aquellos violines y violas, clarinetes y flautas, a quienes acompañaba en su laboriosa gestación armónica un plano de Erard, comenzaron a llenar el aire con sus acordes, como se prometía decir en El Lábaro del día siguiente Trifón Cármenes, el cual había osado preguntar a la hija segunda del barón «si le favorecía». Mal gesto puso Fabiolita, que así se llamaba, pero una seña de su padre la obligó a favorecer a Trifón, aunque se propuso no contestarle, si él se atrevía a hablar, más que con monosílabos.
Esto es una sinfonía de colores, una verdadera sinfonía. ¡Sinfonía de colores! Una fraséenla que había pescado en una de esas críticas que hablan del «colorido» y el «dibujo» de la música y la «armonía » y los «acordes» de la pintura.
Desde los primeros acordes se pudo notar extraordinaria agitación en la juventud de las puertas, que se enervaba a ojos vistas por la falta de ejercicio. Algunos empezaron a meterse los guantes apresuradamente; otros se aliñaron los cabellos con la mano y apretaron el nudo de la corbata. Uno preguntó con voz alterada: Es mazurca, ¿verdad? No; es vals-polca. ¿Cómo vals-polca? ¿No lo estás oyendo?
Cuando, una hora más tarde, suenan los primeros acordes, la joven exclama con un estremecimiento de alegría: ¡Ahora soy tuya, Juan! Martín le recomienda que tenga cuidado con el frío para no caer enferma; pero antes que haya concluido de hablar, los jóvenes han desaparecido. Entonces se resigna, toma un buen vaso de vino de Hungría y se echa sobre el sofá para descansar.
Yo había soñado una vida venturosa al lado de este hombre que me enamora; yo me veía ya elevada hasta él por obra milagrosa del amor; mi pobre inteligencia en comunión perfectísima con su inteligencia sublime; mi voluntad siendo una con la suya; con el mismo pensamiento ambos; latiendo nuestros corazones acordes. ¡Dios me lo quita y se le lleva, y yo me quedo sola, sin esperanza ni consuelo! ¿No es verdad que es espantoso?
Se supo, en fin, que entre otras muchas cosas acordes y sensatas, inusitadas en aquella casa de locos y de suicidas, Fernando dijo con acento honrado: Yo no soy capaz de hacerla feliz...; yo no la merezco....
Tomaba yo el último sorbo de mi taza de café cuando se oyeron los alegres tañidos de las campanas en toda la ciudad, y poco después llegaron a mis oídos los acordes de una banda de música y las primeras aclamaciones de la multitud. ¡El rey Rodolfo V se hallaba en su leal ciudad de Estrelsau! ¡Viva el Rey! gritaba el pueblo fuera de la estación. ¡Dios proteja a nuestro Soberano!
Palabra del Dia
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