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Actualizado: 2 de junio de 2025


Suenan las trompetas; con las notas agudas de los clarinetes, los címbalos mezclan sus gruñidos sordos. La corporación, en cortejo solemne, se extiende a lo largo de la calle; a la cabeza, dos heraldos a caballo; Franz Maas y Juan Felshammer, los dos hulanos de la guardia. ¡No se habrían dejado arrebatar ese honor aunque la corporación hubiera tenido que disolverse!

Varios canarios cantaban en sus jaulas walses y habaneras, y las cajas de música tocaban solas, así como los clarinetes y cornetines, que se movían á mismos sus llaves con gran destreza. Los violines también se las componían de un modo extraño para pulsarse á propios sus cuerdas, y las trompetas se soplaban unas á otras.

El cabrilleo de las temblonas aguas de las acequias, heridas por la luz, era el trino dulce y tímido de los violines melancólicos; los campos de verde apagado, sonaban para el visionario joven como tiernos suspiros de los clarinetes, «las mujeres amadas», como les llamaba Berlioz; los inquietos cañares con su entonación amarillenta y los frescos campos de hortalizas, claros y brillantes como lagos de esmeralda líquida, resaltaban sobre el conjunto como apasionados quejidos de la viola de amor o románticas frases del violoncelo; y en el fondo, la inmensa faja de mar, con su tono azul esfumado, semejaba la nota prolongada del metal que, a la sordina, lanzaba un lamento interminable.

Y en punto á pulmones y á resuello, no ya para encaramarme al Parnaso corriendo detrás de las bacantes, no ya para tocar todas las flautas y clarinetes del mundo, sino para mover las aspas de un molino, entiendo que tengo de sobra. Pero, tío, si D. Carlos no ha soñado en V. ni ha pensado en . Vamos, muchacha, no seas hipocritilla.

Y no fue vana su amenaza; a los dos minutos aquellos violines y violas, clarinetes y flautas, a quienes acompañaba en su laboriosa gestación armónica un plano de Erard, comenzaron a llenar el aire con sus acordes, como se prometía decir en El Lábaro del día siguiente Trifón Cármenes, el cual había osado preguntar a la hija segunda del barón «si le favorecía». Mal gesto puso Fabiolita, que así se llamaba, pero una seña de su padre la obligó a favorecer a Trifón, aunque se propuso no contestarle, si él se atrevía a hablar, más que con monosílabos.

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