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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Malebranche se ocupaba en el estudio de las lenguas y de la historia, y no daba muestras de ninguna disposicion muy aventajada, cuando acertó á entrar en la tienda de un librero, donde le cayó en manos el Tratado del hombre de Descártes. Causóle tanta impresion aquella lectura, que se cuenta haber tenido que interrumpirla mas de una vez para calmar los fuertes latidos de su corazon.
Rafaela acertó a curarla de estos resabios, por tal arte, que, a los pocos meses de tener a Madame Duval a su servicio, se había esta convertido en persona natural y sencilla, de trato franco y agradable, el cual ya como antes no se quebraba de puro fino.
Acertó éste a ponerse al nivel de conversación de Lucía, y mostrose muy enterado de cosas femeniles, infantiles dijera mejor; y llegó el caso de que la niña le consultase acerca de su peinado, de sus trajes, y Miranda muy serio le dispusiese bajar o subir dos centímetros el talle o el moño.
El Ariosto, el Tasso, Petrarca, eran el permanente norte de su emulación. Sin embargo, aun poseyendo el inagotable torrente de inspiración de todos sabido, aun siendo dueño de un muy grande saber de humanidades, de una erudición muy extensa, jamás acertó Lope a componer obra alguna de este tipo que pueda decirse afortunada.
Doña Luz enmudeció: no acertó a decir palabra alguna; pero en su rostro, donde no cabía el disimulo y donde se reflejaban todos sus sentimientos, se pintaban el júbilo, la emoción afectuosa y la agradable sorpresa.
Estando en esto, acertó a pasar por allí un muchacho que iba de camino, el cual, poniéndose a mirar con mucha atención a los que en la fuente estaban, de allí a poco arremetió a don Quijote, y, abrazándole por las piernas, comenzó a llorar muy de propósito, diciendo: ¡Ay, señor mío! ¿No me conoce vuestra merced?
Ninguna objeción acertó a poner don Paco, convencido de lo puesta en razón que estaba Juanita. Solamente le dijo: Ya que no me recibes, no te vayas de la reja y habla conmigo un rato. Aunque la gente nos vea, ¿qué podrán decir?
La asamblea confesó que tenia razon Zadig. Preguntáron luego: ¿Qué es lo que recibimos sin agradecerlo, disfrutamos sin saber cómo, damos á otros sin saber donde estamos, y perdemos sin echarlo de ver? Cada uno dixo su cosa; solo Zadig adivinó que era la vida, y con la misma facilidad acertó los demas enigmas.
Todos los días al entrar en casa de Elorza le preguntaba Martita: ¿Ha llegado eso, Ricardo? A las pocas veces repuso entre risueño y enfadado: ¿Acaso tienes ganas de que me vaya, Martita? ¡Oh, no!... dejó escapar la niña con una inflexión de voz que valía por un poema. Pero Ricardo no acertó a leerlo.
Se hallaba, pues, reposando dulcemente como Títiro, cuando acertó á oir cerca y detrás de los árboles rumor de conversación. No hubiera hecho alto en ello si no percibiese bien claro entre aquella charla su nombre. Se alzó, acercóse más y escuchó. Hablaban allí tendidos sobre el césped Antero, el ingeniero español y el químico belga. Es un tipo verdaderamente notable decía Antero.
Palabra del Dia
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