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Actualizado: 20 de mayo de 2025


La señorita Beaudoin se habrá alegrado de su accidente de usted, pues la habría reemplazado de mala gana... La verdad es que nuestra señorita Blanca está tan linda que da gusto verla... Si lo desea usted, no se prive de ir a verla, Marcial, mientras yo timbro el correo... ¿No quiere usted que la ayude? Es inútil; acérqueme usted nada más la mesa... ¡Ajajá! Ya tengo todo lo que necesito.

La lucha en la noria se hacía en guerrillas; acerquéme a la que me pareció más floja, y desprecié la vida, lleno mi espíritu del frenético afán de conquistar un buche de agua. Aquel imperio, compuesto de dos mal engranadas ruedas de madera, por las cuales se escurría un miserable lagrimeo de agua turbia, era para nosotros el imperio del mundo.

Sin embargo, para cerciorarme del todo, á pesar del miedo que tenía, acerquéme al lugar de la catástrofe, y encontré el cuadro como yo me lo imaginaba; sólo que entonces conocí también al caído, gran pedante y muy trapisondista. Ahora bien: ni ustedes, ni yo, ni el que lo dijo, sabemos lo que significa la palabra fisimánicos.

Acerqueme á un Censor, dice, y que recibia los libros de Jurisprudencia, y que enfadado con tantas cargas de leturas, tratados, decisiones y consejos exclamaba: ¡O Júpiter!, si cuidas de las cosas inferiores, ¿por qué no das al mundo de cien en cien años un Emperador Justiniano, ú derramas exércitos de Godos que remedien esta universal inundacion de libros?

Acerqueme a él, y el infeliz anciano no halló mejor modo de expresar su desconsuelo que abrazándome paternalmente, como si ambos estuviéramos cercanos a la muerte.

Avanzada la noche regresé a Bailén, donde me causó sorpresa ver una triste procesión compuesta de tres mujeres vestidas de negro, a las cuales seguían hasta media docena de hombres, llevando por delante dos criados con sendos farolillos para alumbrar el camino. Acerquéme y reconocí a D.ª María, con sus dos hijas, las tres cubiertas con negros mantones, muy afligidas y llorosas.

Desde que se rescató el Santa Ana no habíamos visto al joven Malespina. Por último, después de buscarle mucho, le encontré acurrucado en uno de los canapés de la cámara. Acerqueme a él y le vi muy demudado; le interrogué y no pudo contestarme. Quiso levantarse y volvió a caer sin aliento. «¡Está usted herido! dije : Llamaré para que le curen.

Acerqueme al grupo de donde salía aquella charla retumbante, que dominaba las demás voces, y quedé asombrado, reconociendo al mismo D. José María Malespina en persona. Corrí a él para decirle que estaba su hijo, y el buen padre suspendió la sarta de mentiras que estaba contando para acudir al lado del joven herido.

El corazón me dio un vuelco, y las piernas me flaquearon. Llegaba el momento crítico que había de resolver mi suerte. Haciendo un esfuerzo sobre mismo, acerqueme sonriente a las jóvenes. Debía de estar o muy rojo o muy pálido. Isabel no me dejó pronunciar una palabra. Si me hubiese dejado, no si hubiera sido capaz de hacerlo.

Los gritos de Patrocinio Moreno se oían desde la escalera. ¡Ay, qué paso, hija! Yo tenía un miedo que no te puedo ponderar. Acerqueme poco a poco a la habitación. Allí estaba la santa, todavía con el manto puesto y el libro de misa en la mano... Parecía una imagen. Y Moreno... no me quiero acordar, sentado en una silla junto a la mesa...

Palabra del Dia

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