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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Las rayas de tu mano me revelan que ha de favorecerte la fortuna, que has de sobrenadar como el aceite, que has de llevarte a la gente de calle, y que has de dominar en el mundo. Pero tu amor se trocará en ponzoña y muerte. Perdónete Dios la desesperación que le ocasionaste y a ella perdone el mal fin que tuvo.
Volvió, al fin, después de un cuarto de hora trayendo una muy grande, llena de orín, con un tarjetón de pergamino colgando, en que se leía: Oratorio. La llave entró rechinando en la cerradura, y en vano forcejeó Germán para hacerla dar vueltas; preciso fue sacarla de nuevo, untar las guardias con aceite, e introduciendo un palo por el ojo, giró al cabo al sexto o séptimo empuje.
Desconfiando de los recursos de Enrique IV para resistir, y aun de que en Inglaterra dieran á sus enemigos la atención debida, le instigaba á despertar el espíritu público, temeroso de que les ocurriera lo que á las vírgenes de la parábola del Evangelio, que se acordaron tarde del aceite. El que espera siempre es vencido; de los audaces que atacan es el lauro.
Abundando en cocos este pueblo, es consiguiente haga aceite, mas no lo extrae en la proporción de las palmas que posee, por no tener fácil salida, pues el llevarlo á Santa Cruz de la Laguna tiene cada tinaja un recargo de más de 6 reales. Este ramo dará al pueblo un ingreso de 500 pesos.
Dueña de una hacienda en los valles próximos a la ciudad y de la panadería del Serrano, tenía en el patio de su casa dos vastos almacenes donde vendía por mayor harina, azúcar, aceite y otros artículos de general consumo. ¡Qué tiempos aquéllos!
El mar estaba como una balsa de aceite, lo que llamaba la atención de los venezolanos, poco habituados a esa mansedumbre, tan insólita en aquella rada de detestable reputación.
Aquella es el tabernáculo, es el arca santa donde se ha puesto todo el esmero y cuidado. Andemos despacio no nos escurramos sobre las lucientes tablas del pavimiento recién frotadas con hojas de coco, impregnadas de aceite. El conjunto que presenta la sala es de lo más abigarrado y churrigueresco que imaginarse puede.
El timbre dulzón, nasal podría decirse, monótono y manso del melancólico instrumento, que olía a aceite de almendras como la cabeza del músico, estaba en armonía con el carácter de Bonifacio Reyes; hasta la inclinación de cabeza a que le obligaba el tañer, inclinación que Reyes exageraba, contribuía a darle cierto parecido con un bienaventurado.
Su naturaleza pletórica exigía el ejercicio. Aquella vida sedentaria que le gustaba a Ventura, aquel eterno teatro, aquellas visitas, aquel trasnochar sin sustancia, le mataban; la sangre se le ponía espesa como el aceite... ¡Pero qué le importaba a ella todo eso!
Hablaba hasta por los codos, y siempre eran las desdichas ajenas las que le arrancaban los mayores lamentos. A Pito Salces se le hallaba indefectiblemente a los alcances del roce con Tona en sus manipuleos de cocinera diligente: hacia el rabo de la sartén, por ejemplo, y en los linderos del camino más trillado entre el fogón y la alacena del aceite y las especias.
Palabra del Dia
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