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Actualizado: 20 de junio de 2025
En fin, me las guillo, que me aguardan en otra parte donde hago muchísima falta, donde me están esperando como agua de Mayo. Aquí estoy de más. Abur....» Despidióle D. Juan en la puerta, y Torquemada bajó la escalera refunfuñando: «No se puede tratar con gente mal agradecida. Voy á entenderme con aquellos pobrecitos.... ¡Qué será de ellos sin mí!»
Nunca me han gustado ciertos papeles; porque lo que yo me digo: si no hubiera alcahuetas, no habría... de las otras. ¡Pero si yo pudiera traerle a usted mi vecinita! Abur, mujer. Quede con Dios el señor. Marchose la cocinera y, al quedarse solo el caballero, tornaron a entristecerle sus ideas.
El pueblo continuó el otro sin hacer caso mató a Luis diez y seis.... ¡Adiós! ya se desató interrumpió Foja. Y cogiendo el sombrero añadió: Abur, señores; donde hablan los sabios sobramos los ignorantes. Y se aproximó a la puerta.
Riendo como un desvergonzado bruto, dijo a su hermana: «Abur, chica». Al punto echó Isidora de menos sus diamantes de tornillo, que aunque falsos, valían cuatro duros. ¡Cuántas lágrimas derramó aquel día! Mariano estuvo una semana sin parecer por la casa de Relimpio. Una noche, cuando menos se le esperaba, apareció al fin avergonzado, compungido, la ropa hecha jirones, imagen del hijo pródigo.
D. Felicísimo prorrumpió en risas, diciendo: ¡Qué cabezas pone un vaso de vino! ¡Vaya un par de camaradas!... El uno ve visiones, y el otro oye terremotos.... Abur, abur. Hasta mañana. Cuando se fueron, D. Felicísimo se quedó solo.
Se estrenaba menos, era menor la variedad, pero se lucían cosas buenas y sólidas, que pasaban docenas de años en los roperos sin que hubiera polilla con valor para hincarlas el diente. ¡Todo se ha perdido! ¡Adiós, cortinajes de damasco! ¡Abur, seda chinesca!
Tanto charló aquel hombre, que Fortunata, después de haberle rogado para que entrara, le tuvo que echar con buen modo: «Pero don Plácido, mire que se le va a hacer tarde...». ¡Ah!, sí... ¡la culpa la tiene usted que es lo más habladora...! Abur, abur... Fortunata no salía nunca a la calle. Ella misma se arreglaba su comida, y Segunda, que tenía puesto en la plazuela, le traía la compra.
Ni siquiera sabe salir con decencia». Iba descalza, cogidas las botas por los tirantes. Póngase usted las botas le gritó la Superiora. No me da la gana. Abur... ¡Son todas unas judías pasteleras...! Paciencia, hija, paciencia... necesitamos mucha paciencia dijo Sor Natividad a sus compañeras, tapándose los oídos.
¿Su tío? exclamó don Raimundo con desdén, ya lo veremos para junio; entretanto, abur, joven, que no estoy para perder tiempo. Igual cosa aconteció, cuando Jacintito trató de echar mano de sus faldones, como ahogado que se agarra a un cable. El solo nombre de Esteven, produjo en el prestamista desgraciado efecto; no, no tenía dinero disponible, y mucho lo sentía: más tarde, después, quizá...
Parece la subida al Calvario, y con esta cruz que llevo a cuestas, más... ¡Qué hermosos nardos vende esta mujer! Le compraré uno... 'Deme usted un nardo. Una varita sola... Vaya, deme usted tres varitas. ¿Cuánto? Tome usted... Abur'. Me ha robado.
Palabra del Dia
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