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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Por lo tanto, obrando como un capitán prudente, ordenó hacer zafarrancho de combate, abrir el pañol de la pólvora, llenar los depósitos de balas, subir al puente las picas y las hachas de abordaje, velando en todo con una actividad increíble y pareciendo multiplicarse. La corbeta inglesa avanzaba, avanzaba siempre...

Cartas al Soberano, al Santo Padre, a los embajadores y ministros. Por ahí empiezan muchos. ¡Quia!; no, señor. Escribía decretos, leyes y reales órdenes. Aunque al salir de su cuarto cerraba siempre, yo hallé una noche medios de abrir, y vimos todo.

Pues a otra cosa entonces, porque se acabó la sala... Voy ahora a enseñaros algo de lo de afuera, pero de lo menos bueno; lo que corresponde a la fachada del sur, que es adonde miran los tres balcones de ella, o sean éste que voy a abrir, otro del gabinete mío y otro del tuyo, Nieves... Ahí está lo menos hermoso del panorama.

En los pueblos no se reciben telegramas sino para anunciar una desgracia; se conmociona toda la familia; el que lo abre calla y se pone un poco pálido; sus manos tiemblan; todos miran ansiosos... Yo he sentido un tilde de esta ansia cuando he visto, en esta mañana gris, cansado, soñoliento, un telegrama. ¿Qué voy a leer en él? ¿Qué nueva vía desconocida va a abrir en mi vida?

Sorege tenía la convicción de que Lea estaba en su casa y no quería abrir y veía claramente que entraba en lucha con él y estaba ganada por sus adversarios. Palideció de cólera, pero resistió las ganas que tenía de echar la puerta abajo de un puntapié y entrar por fuerza. El gentleman de los guiñapos y del sombrero de copa, que había dejado de lavar, le hizo ser razonable.

Andrés se incorporó el primero sobre su mullido lecho. Rosa, al abrir los ojos, se encontró con los del joven fijos en ella, y por un movimiento instintivo de vergüenza se tapó la cara con las manos.

Desapareció por la escalera de Tenorio precedido por don Antolín, que, después de abrir las verjas, se había puesto a sus órdenes, trémulo de miedo. El silencio y la soledad de las Claverías no se alteraron. Parecía que la gente oculta en las casas quedaba inmóvil, adivinando el peligro que pasaba.

Soy yo, Flora respondió la voz de Jacinto de Fresnedo. ¿Puedes abrir? La joven tardó unos instantes en contestar como si vacilara. Perdona, Jacinto. Nos íbamos en este momento á acostar, porque ya es un poco tarde. ¡Niña! exclamó desde la cocina el abuelo. Eso no está puesto en razón. En mi tiempo nunca se dejó marchar á un mozo que viene de lejos sin convidarle á descansar. Abre á ese muchacho.

Es de advertir, como ya se ha indicado que el juego ó mejor dicho la matanza del gallo, constituye en Filipinas un vicio estancado, cuyo desarrollo lo explota el Estado concediendo el monopolio de abrir galleras en sitios, días y horas determinadas al mejor postor.

No acaba Montaner de encarecer el trabajo que se tuvo en este camino de la Blaquia, porque siempre fué con las armas en la mano, y peleando; tanta resistencia hallaron en los naturales. Yo entiendo que una de las mayores empresas que se hicieron en esta expedicion, fué el abrir camino por esta tierra tan llena de gente plática, y valiente.

Palabra del Dia

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