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La ruleta permanecía inmóvil; las barajas estaban sin abrir sobre la mesa verde; pasaban las buenas mozas por la acera sin que asomasen a las ventanas de los casinos los grupos de cabezas lanzando requiebros y maliciosos guiños.

Sentí en la cara como un golpe de agua fría. Al abrir los ojos vi el departamento solo; la portezuela de enfrente estaba cerrada.

¡Arreniégote, Demonio! ¡Arreniégote, Demonio! Al oir un largo relincho acompañado de golpes en el portón, Don Juan Manuel se detiene en lo alto de la escalera. Denantes llamándole estuve porque bajare a abrir, y no hubo modo de despertarlo. ¡Con perdón de mi amo, hasta le di con el zueco! El caballero se sienta en un sillón de la antesala, y la vieja se acurruca en el quicio de la puerta.

Levantábase mal arropado, tosiendo y tembloroso, a abrir la puerta, pues era preciso dejar, dormir a las criadas, para que al día siguiente el cansancio no las entorpeciera en sus trabajos.

Desde el establecimiento del Rio Negro á la laguna Huechum-lauquen por tierra, su distancia aun no llega á 160 leguas: hasta la punta del Diamante se puede abrir camino muy cómodo para carretas, por la orilla del mismo rio, cuyas aguadas es el mayor socorro y alivio del ganado.

Gracias a este encuentro, que les hizo vacilar algunos instantes, Barragán pudo abrir la puerta de la escalera y precipitarse por ella. Sus hijastros le siguieron al instante con los cuchillos abiertos y gritándole: ¡Suelta la plata, ladrón!

Un día se presentó en casa una mujer pobremente vestida con aspecto de señora venida a menos; nada de pedigüeña ni aventurera. Había estado a buscarle varias veces y nunca quiso recibirla. Entró porque en lugar de abrir el criado lo hizo la doncella.

Se cercioró bien del número del palco y subió hasta colocarse detrás de la puertecita, y por un movimiento irreflexivo llamó con los nudillos de los dedos sobre ella. El mismo marquesito se levantó para abrir. Su semblante se dilató con una franca y cordial sonrisa. ¡Amigo Aldama, usted por aquí! Pase usted. ¡Cuántos deseos...! Pero la frase expiró en sus labios.

Y si no, ¿de qué color son mis ojos? Es que vuestra hermosura me ha deslumbrado, señora, y cuando he vuelto á abrir los ojos me he encontrado á obscuras. Nos siguen más de cerca dijo la dama , y mucho será de que quien nos sigue, á pesar de todo, no me conozca. La noche está obscura, señora; hace tiempo que vamos por calles desiertas: al que estorba se le mata.

No siempre está en mano del hombre el coordinar sus ideas y formar con ellas una obra arreglada, con principio, medio y fin. ¿A quién no le habrá sucedido repetidas veces abrir un libro, leer maquinalmente y no poder establecer entre lo escrito y su cabeza ninguna especie de comunicación, cerrar el libro y no poderse dar cuenta de lo que ha leído?