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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Se fue trinando, y al poco rato recibió Rosalía el papel que esperaba con tanta ansia. «Abulta poco pensó, con el alma en un hilo, metiéndose en el Camón para abrir el sobre a solas, pues andaba por allí Cándida con cada ojo como una saeta . Abulta poco repitió sacando del sobre un papel ; aquí no viene nada». Y en efecto, no era más que una carta, escrita con la limpia y correcta letra del director de Hacienda. La cólera que invadió el alma de la Pipaón al ver que la carta no traía consigo compañía de otros papeles, le impedía leer. En su mano temblaba el pliego, escrito por tres carillas. Leía a saltos, buscando las cláusulas terminantes y positivas. En pocos segundos recorrió la dichosa epístola... Cada frase de ella le desgarraba las entrañas como si las palabras fueran garfios... «Estaba afligidísimo, desolado, por no poder complacerla aquel día...». «
Buscó, pues, el manuscrito, le halló, y considerando que las dos únicas personas capaces de entender en el lugar aquello que él llamaba una monserga eran D. Anselmo y doña Luz, y que D. Anselmo por ser impío no apreciaría tan bien la monserga como doña Luz, que era creyente, no titubeó en llevar el manuscrito a doña Luz, sin abrir siquiera sus páginas, porque le estorbaba lo negro, como no fuesen cuentas en que él saliera ganando y con alcances a su favor.
Cuando llegaron a la puerta del hotel y el lacayo vino a abrir la portezuela, sin hacer movimiento alguno para salir le preguntó: ¿El tiro de mulas está aquí o en el Sotillo? Está aquí, señora. Quitad éste y enganchadlo. Está bien, señora replicó el lacayo sorprendido.
Entonces oyó que llamaban a la puerta, y fue a abrir para que entrasen la Teodora y otra vieja. ¿Cuánto tiempo había transcurrido?... Las gitanas llegaban corriendo, alarmadas por el recado de Salguero, pero Isidro creyó que había pasado algo así como un siglo.
Y todo esto es llevadero cuando no se encuentra al truhán que baja ó al galán que sube, cuando no sentís el retintín de la ganzúa que intenta abrir una puerta, cuando no resbaláis en las substancias depositadas por los gatos sobre los escalones, cuando no tropezáis con la amorosa conjunción de dos estrellas que pelan la pava en el último tramo.
Veamos, entretanto, qué tiempo hace dijo el tabernero, que se consideraba como personalmente interesado en aquella proposición . ¡Pero si, sigue lloviendo a cántaros! agregó en seguida de abrir la puerta.
A un lado y otro volvía los ojos con tierna inquietud, hasta que, dejando ir su diestra y linda mano debajo del pecho, y con la siniestra manteniendo la hermosura de su mejilla, fija la vista en la luna, que ya parecía entre los cielos, estuvo extática un breve instante, hasta que, dando un blando aliento, y casi sin abrir los labios, y como si esta armonía se le deslizara furtivamente por ellos, cantó esta cantinela, por aquel tono triste y penetrante de los cantares moriscos: CANTINELA
Cuando hubo acabado de escribir, entregó el papel á Montiño. Tomad, idos le dijo ; á las ocho todo ha de estar dispuesto. ¿Lo entendéis? ¡Adiós, señora, adiós! dijo Montiño, y salió apresurado, porque le parecía que saliendo de allí, se libertaba del horrible compromiso en que se veía metido. Pero al abrir la puerta se encontró delante al tío Manolillo.
Al fin emprendía instintivamente el camino del puerto en busca del mar, su eterno amigo, el primero que le saludaba todas las mañanas al abrir la puerta de su casa allá en la Marina. En estas excursiones le acompañaba muchas veces su sobrino.
Sus fortificaciones, que en un tiempo la estrechaban, han desaparecido casi completamente para abrir campo á nuevos edificios, fábricas, almacenes y jardines, y á los rieles y trenes de los ferrocarriles.
Palabra del Dia
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