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Actualizado: 2 de mayo de 2025


En cambio, oían a los pájaros, contemplaban campo y cielo al abrir sus ventanas, no tropezaba su vista con una sucia pared a unos cuantos metros de distancia, que los robaba el aire y el azul del espacio. Isidro, con su imaginación, embellecía el barrio. Un siglo antes, era aquella parte la más hermosa de Madrid. ¿Veía Feli las praderas al otro lado del río?

Estaba don Juan hacía pocos días de regreso en Madrid, tras una ausencia de dos años y medio, semana más o menos, cuando una tarde, después de almorzar como debe hacerlo quien vive en servicio del amor, no pudo resistir a la tentación de abrir el balcón de su despacho y asomarse a dar, apoyado en la barandilla, las primeras chupadas a un buen veguero.

¡Ah! contestó el de dentro con el acento de quien reconoce á una persona respetable ; voy, voy á abrir al instante. En efecto, la puerta se abrió. Perdóneme vuestra señoría dijo la misma voz dentro si no tengo luz: estaba en acecho. Y se cerró la puerta. ¡En acecho! dijo el padre Aliaga ; ¿en acecho de qué?

Recalde, que forcejeaba para abrir la escotilla de popa, llegó a conseguirlo y desapareció por ella. ¿Se puede andar por ahí? le preguntamos. , hay agua; pero se puede andar. Bajamos los tres y registramos el camarote principal, la despensa y la bodega, anegados. No encontramos nada; solamente Zelayeta halló un devocionario en francés, impreso en Quimper, que se lo guardó.

Iban juntos hacia su barrio y a veces el uno dejaba al otro en la puerta de su casa, sin cesar de charlar hasta el momento en que venía el sereno a abrir. Si la noche estaba buena, solían darse una hora más de palique vagando por las calles. ¿De qué hablaban aquellos hombres durante tantas y tantas horas?

Tenemos que hacer nuestro propio duelo; no hay sitio más que para los mercaderes enriquecidos. Antes, nadie era recibido en ninguna parte si ejercía el comercio. ¡Por desgracia, todo ha cambiado! El dinero hace abrir de par en par las puertas de los últimos rebeldes.

De repente vi que la puerta se abría algunas líneas, como movida por el viento, o impulsada quizás por una mano para probar si cedía. Retrocedí, apartándome de la puerta cuanto pude y guareciéndome tras la mesa de hierro en la posición que dejo descrita. Acepto su oferta, señores grité, confiando en su palabra de caballeros. Si se toman el trabajo de abrir la puerta...

Los romanos obraron de la misma manera, habiendo llevado el arte de la aclimatación al extremo de hacer abrir en el agua dulce las huevas de los peces de mar.

¿Quién no ha creído oír muchas veces, entre los bramidos del huracán, voces que nos llaman por nuestros propios nombres? ¿cuántas veces las hemos oído llamar a las vidrieras y a las puertas como para hacerse abrir por la fuerza las habitaciones desiertas en las cuales vivieron sus almas en algún tiempo?

El señor no está nos dijo. Creyendo que nos engañaba, empujé puerta y portero para abrir paso, y entramos diciendo: está. Me consta que está.

Palabra del Dia

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