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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Durante la nueva convalecencia no fue impertinente. No se quejaba; todo estaba bien; no se permitía excesos. En el círculo aristocrático de Vetusta, a que pertenecían naturalmente las señoritas de Ozores, no se hablaba más que de la abnegación de estas santas mujeres.
No creo que haya ninguno entre ellos que quiera comprar con el precio de su sangre un dinero que se gana tan fácilmente en la Bolsa. Pero tal vez halléis alguno que por abnegación y cariño... ¿Abnegación y cariño entre estas gentes? ¡Creo que os burláis, doctor!
En un platillo caía el infortunio: nadie se libraba de este peso; pero había que equilibrar el espíritu colocando en el platillo opuesto algo grande, un ideal, una esperanza. Ella había encontrado el contrapeso necesario: el amor á todo lo existente, el sacrificio por los semejantes, la abnegación en todos los momentos.
El jefe que había ordenado la ejecución anunciaba el hecho a la ciudad en estos términos, llenos de abnegación y altanería: «Participo al Gobierno delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden al frente de los regimientos que componen esta división.
Pero, mi querido Mathys, os equivocáis; yo no tengo ningún propósito secreto dijo la condesa con tono suave y humilde . Mi único proyecto era recompensar vuestra abnegación, y creía que os causaría placer esta noticia. No desconfiéis de mí, os lo ruego; el molino de agua será vuestro, si no es ahora, será más adelante.
En efecto, puede una sacrificarse de mil modos repuso la Fontane muy risueña. Se trata de encontrar el bueno dijo Francisca, que generalmente proclama que la abnegación es un asunto de edad y de temperamento. Todos son buenos respondió la Fontane.
Y con lo que ya sabía, aunque Ángel llevara su abnegación al último extremo, ¿cómo ni para qué aceptar su sacrificio, con el recelo de ver en cada sonrisa suya un disimulo de sus temores a la rechifla de las gentes? »Por eso daba por muerta la mejor de sus ilusiones; pero sin que dejara de vivir en su corazón el sentimiento de que había nacido.
Temía que mis generosos amigos fuesen víctimas de su abnegación, y mis presentimientos se vieron realizados, al menos para Teobaldo, pues algunos días después, enfermo de bastante gravedad, padecía la misma dolencia que me aquejaba; Carlos entonces se alejó de mí, me abandonó; Teobaldo estaba peligrosamente enfermo, y era el amigo a quien amaba más en el mundo.
Yo me explico la abnegación, yo me siento capaz de todo sacrificio, yo desdeñaría honras, poder y deleites, y lo dejaría todo, y haría vida penitente y me abrasaría entonces en amor divino; pero necesito antes tener esas honras, alcanzar ese poder, tener en mi mano cuantos deleites y venturas hay en la tierra, para poder luego desdeñarlos y sacrificarlos.
Padecí también furor de homicidio, y por poco mato a mi tía y a Papitos. Siguieron luego depresiones horribles, ganas de morirme, manía religiosa, ansias de anacoreta, y el delirio de la abnegación y el desprendimiento...
Palabra del Dia
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