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Actualizado: 15 de julio de 2025
La baronesa de Bivot, el bizarro Zumalacárregui, rompió el fuego la primera con la certera puntería de la lógica más exacta. El pensamiento no puede ser más caritativo ni más santo, y supongo que merecerá la aprobación de todas estas señoras, como merece la mía dijo, echándose lentamente fresco con el abanico . Pero debo hacer notar que en la campaña del Norte hay dos ejércitos españoles...
Toda mujer que quiera pasar revista a sus recuerdos se acordará con un sentimiento de pesar de aquel invierno bendito entre todos, en que su elección ya estaba hecha, pero ignorada de los demás. Una multitud de pretendientes tímidos e indecisos se mostraban obsequiosos a su alrededor, se disputaban su ramo o su abanico y la envolvían en una atmósfera de amor, que ella respiraba con embriaguez.
Había dentro un mecanismo ingenioso, formado por varios tubos de pistola en forma de abanico, que disparaban al meter la llave en la cerradura y abrir la tapa. Según me dijo Garmendia, unos años antes habían enviado una caja igual al general Eguía, y al abrirla se le destrozaron las manos.
La Regenta le sonreía de lejos, con la expresión dulce y casta de poco antes, y le saludaba tímidamente sin aspavientos con el abanico.... Después no se vio más que el anguloso perfil de Ripamilán, que movía los brazos como las aspas de un molino de muñecas. El otro coche pasó como un relámpago. De Pas vio una mano enguantada que le saludaba desde una ventanilla.
La joven desabrochó su corpiño, la hizo aire con el abanico. Y misia Gregoria desmayó su cabeza sobre el seno de su hija, bajo el cual se abrigaba la traidora carta del odiado vástago de los Vargas.
Todos hablaban; Paco quería también secularizar a las monjas; Joaquinito Orgaz comenzó a decir chistes flamencos que hacían mucha gracia a la Marquesa y a Edelmira. Visitación llegó a levantarse de la mesa para azotar con el abanico abierto a los que manifestaban ideas poco ortodoxas.
«Luego le mandaré a usted una perdiz y dos entrecotes dijo a Rosalía azotándola con su abanico . No, no me lo agradezca... Si yo no lo he de probar. A mí me sobra carne... Ayer he repartido entre los vecinos un solomillo magnífico que mandé traer de la plaza del Carmen, esperando tener convidados... ¡Si viera usted aquella pobre gente qué agradecida...! Mi casa es la Beneficencia.
Apresurábase a satisfacer mis caprichos, llevaba mis labores, mis libros, mis guantes, mi abanico, y en los grandes días, la cola de mi manto. Gracias a sus cuidados, las más bellas flores del parque adornaban mi chimenea o pendían de mi cintura. »Mi tío, con sus veinte criados, no estaba tan bien servido como yo por mi lindo y joven paje.
Don Timoteo saludaba por aquí, por allá; enviaba una sonrisita, hacía un movimiento de cintura, un retroceso, media vuelta, vuelta entera, etc., tanto que otra diosa no pudo menos de decir á su vecina, al amparo del abanico: ¡Chica, que filadelfio está el tío! ¡Mia que paese un fantoche! Despues, llegaron los novios, acompañados de doña Victorina y toda la comitiva.
Se le conocía en seguida que no hablaba como las personas finas, y que tenía miedo y vergüenza de decir disparates. Esto la favoreció en opinión de doña Lupe, porque el desenfado en el lenguaje habría sido señal de anarquía en la voluntad. «No se apure usted le decía la viuda, tocándole familiarmente la rodilla con su abanico ; que no es posible aprender en un día a expresarse como nosotras.
Palabra del Dia
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