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Actualizado: 30 de abril de 2025


De las demás clases del grupo de los anillados, sólo habitan en los mares y ríos filipinos la de los anilidos, cuyos órdenes, tubérculos, dorsifranquios y abranquios, encierran entre otras especies las lombrices de tierra y las sanguijuelas, que abundan en todos los lagos y riachuelos de tan riquísimo Archipiélago. Moluscos.

El profundo respeto que el rey infundía no consintió que ninguno de sus cuatro guardias cumpliese sus órdenes ni accediese a sus ruegos. Carecéis de valor dijo entonces para ser misericordiosos conmigo. Yo supliré el valor que os falta.

Y por el pronto será del resguardo el señor vasallo que está presente, encargado por ahora, y hasta que haya más, de obedecer las órdenes del gobierno. Alto dijo al llegar aquí el señor Canónigo presidente, que yo traigo también mi decreto y dice así el borrón, mutatis mutandis.

Pues en ese caso repuso don Simón comprendiendo a don Celso , y toda vez que nos falta mucho que andar hoy todavía, ya que he tenido el gusto de conocer al señor, sólo me resta ofrecerme a sus órdenes para cuanto desee, ahora y siempre. Lo mismo digo murmuró el Mayorazgo, tocando apenas con una mano la que le tendió don Simón, y volviendo a mirar a sus cavadores.

Pero reconoció al capitán Flimnap, que le gritaba, abriendo los brazos: ¡Deténgase, gentleman! ¿Adonde va?... Le pido perdón por el olvido de que ha sido objeto. Los culpables son esas gentes de la administración del ejército, que, como no están acostumbradas al nuevo servicio, equivocaron mis órdenes. Pero vámonos á la playa; deben haber llegado ya doce furgones llenos de víveres.

Por fortuna, don Sabas y Neluco se apoderaron de la dirección de todo y comenzaron por despejar el cuarto y las inmediaciones; pusieron las señoras a mi cuidado, y a Pito Salces y a Chisco a sus órdenes en la salona, y se quedaron después solos y a puerta cerrada con el muerto... Y aquí es donde comienza la verdadera maraña de esbozos, de notas sueltas de color, de perfiles extraños y manchas sombrías, que guardo en la memoria como impresión del cuadro de aquella noche inolvidable.

El Príncipe, que continúa tratando á la dama, aunque ignora todavía si se ha celebrado ó no el casamiento, lleno de ira al saber que no se han cumplido sus órdenes, encarga á Don Jaime, amigo de Don Juan, que lo mate.

Nosotros, testigos presenciales de tan brillante acción, lo reproducimos en la misma forma en que apareció publicado en La Prensa, de la Habana; y al hacerlo reiteramos nuestra felicitación más calurosa y sincera al bravo general Mendieta y á los brillantes oficiales y abnegados soldados que combatieron á sus órdenes aquel día.

Dos médicos tenía á sus órdenes en el hospital de Gallarta, pero aquel día estaban ausentes: el uno en Bilbao con licencia; el otro en Galdames desde la noche anterior, para curar á varios mineros heridos por una explosión de dinamita.

Enrique intenta protestar contra esta disposición testamentaria; pero Roberto le impone silencio, mostrando el papel firmado por el joven Soberano, y en que él ha escrito que Roberto cumplirá las órdenes del muerto.

Palabra del Dia

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