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Al Capitan con esto procuraban Entretener los indios, pretendiendo Hacer así mejor lo que ordenaban, Y andaban con gran priesa y maña urdiendo. En tanto que la junta concertaban, El Capitan su farsa conociendo, Un fuerte ha fabricado muy aina De brava palizada, y de fagina.

Luego, Pepita, Carmen, Lola trabajan en esta misma entrada, durante el día, con sus bolillos, urdiendo fina randa. Las tres tienen las manos pequeñas, suaves, carnositas, con hoyuelos en los artejos, con las uñas combadas.

El duque, viejo alegre y algo librepensador, y dos amigos suyos, muy curtidos y versados en aventuras ligeras y galantes mortificaban de continuo a D. Jacinto, ridiculizando su honesto recato y urdiendo tramas y buscando ocasiones peligrosas en que de todo punto le perdiese. Conjurados para tan inicuo fin, buscaron el poderoso auxilio de La Caramba.

Es preciso que esa gente aparezca á los ojos del pueblo como urdiendo un plan de golpe de Estado contra la Constitución. El pueblo es fácil de engañar. El pueblo creerá eso y todo lo que sea preciso. Vamos, ¿y qué ha hecho usted esta mañana? preguntó Coletilla. ¿Ha hablado usted á los de Lorencini? Estamos de acuerdo. Y los Comuneros ¿se deciden á marchar con ustedes?

Machiavelli alaba al Rey Católico, príncipe nuevo que, de rey débil, ha llegado á ser el primer rey de los cristianos, que sujetó y domó á los barones y magnates, que creó una milicia invencible, que arrojó de su reino á los marranos, ejemplo raro y admirable; y que asaltó el Africa, hizo la empresa de Italia y venció á Francia, urdiendo siempre cosas grandes para tener suspensos y admirados á sus súbditos, sin darles ocasión ni reposo para que se rebelasen.

Estando la ciudad asì poblada, La Trinidad por nombre le pusieron, Y la gente en cabildo congregada, Alcaldes ordinarios eligieron. En esto en Santa gran melonada Se junta de mestizos, y escribieron A Tucuman, al Abrego, diciendo Lo que entre ellos andaban mal urdiendo.

Cuentan las crónicas electorales de aquel distrito que, no bien supo D. Paco la que D. Acisclo le estaba urdiendo, empezó a trabajar en contra, saliendo del letargo, o mejor diremos del tranquilo y descuidado reposo en que su confianza y seguridad hasta allí le habían tenido. Esto, naturalmente, hizo que don Acisclo tuviese que redoblar cada vez más su actividad. Así es que no paraba.

Vengo a darte la gran prueba de que siempre estoy pensando en ti, y me recibes con cara de vinagre. ¿Qué me traes? Hoy, nada; pero mañana... Habla clarito... Sabrás, pichona repuso él urdiendo la más enmarañada trama de cosas verdaderas y falsas , has de saber, monina, que un señor, amigo mío, toma el teatro de las Musas para este año, y me ha nombrado su representante.