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, lo comprendo; pero como ha mediado tu intervención, no sea el diablo que él crea que la has sonsacado... ¡Y que lo crea, suponte!... Si fuera una chiquilina, vaya y pase... pero ¡una mujer de casi cuarenta años! ¿Y no tiene familia?

No tienes planes de cierta especie, ni la menor idea de imponerme tu voluntad ni tus caprichos: corriente; pero suponte ahora que yo te digo: es indispensable, absolutamente indispensable, cambiar de vida, de estado... en fin, hija, casarse, porque, de otro modo, ahorcan. Aquí tienes dos aspirantes: tu primo Nacho y Leto. Elige. Pues a Leto, eligió Nieves sin vacilar.

Es cierto, pero suponte que tu padre lleve las cosas a tal punto que te veas obligado a comprometerte con ella y tener que dar las razones. Corta tu lengua y no me mortifiques. Puedo ver los ojos de Nancy tales como me mirarán y ya siento su mano en la mía.

Suponte que me obliguen a embarcarme, que me destierren, que durante mi forzada ausencia engañen a la pobre muchacha y la casen contra su voluntad; figúrate que esto suceda, y... ¡Oh!, señora exclamé con vehemencia eso no sucederá mientras usted y yo vivamos para impedirlo. Hablemos a Inés, revelémosle lo que ya debiera saber... Díselo , si te atreves... ¿Pues no me he de atrever?...

No, no creo que usted me vea en tales agonías y no me favorezca. ¿Yo?... ¿Y de dónde lo voy a sacar? Del arca. No estás mal arca de Noé. ¡Tía! ¡Si debes más que el Gobierno; si te has metido en unos belenes...! Suponte , y es mucho suponer, que yo, echando por zancas y barrancas, arañando aquí y allá, reúna mil reales... Mil reales es muy poco.

Y si esto no bastase, puede haber alguien que la ayude, pero sin nuestra intervención. ¿Qué hacer, pues? Interesar a alguien en la muerte de Germana. Suponte un enfermo que dijese a los que la asisten: muchachos, cuidadme bien; el día de mi muerte tendréis todos mil francos de renta. ¿Crees que ese hombre viviría mucho tiempo?

El tío Tremontorio, sin levantar los ojos de su labor, le despide canturriando con su áspera voz esta copleja: «Por goloso y atrevido muere el pez en el anzuelo; porque yo no soy goloso en paz y libre navegoSuponte ahora, lector, que estamos en un día de fiesta. ¡Bolina!... ¡Bolina! grita la voz de Tremontorio. ¿Qué hay? responde Bolina saliendo al balcón.