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Pues bien dijo después de algunos segundos , voy á hacer más que aconsejaros: voy á vengaros. ¿A vengarme, señora? Voy á hacer que por lo menos destierren de la corte á don Rodrigo Calderón, y que levanten su destierro al conde de Lemos. Procurad lo primero y aun más si podéis dijo con vivacidad la condesa ; pero en cuanto al conde de Lemos, dejadle por allá: me encuentro muy bien sin él.

¿Pero y en qué? En dar motivo para que le destierren de esta corte; ¡y qué motivo!, un motivo por el cual se ha puesto á nivel de ese rufián, de ese mal nacido, de ese Gil Blas de Santillana. ¡Ah, ah! Descender hasta... Pero eso debe ser una calumnia. No, señora; el conde de Lemos ha cedido á una tentación, y cediendo á ella me ha ofendido á ... como que hay quien dice... ¡Calumnias!

Suponte que me obliguen a embarcarme, que me destierren, que durante mi forzada ausencia engañen a la pobre muchacha y la casen contra su voluntad; figúrate que esto suceda, y... ¡Oh!, señora exclamé con vehemencia eso no sucederá mientras usted y yo vivamos para impedirlo. Hablemos a Inés, revelémosle lo que ya debiera saber... Díselo , si te atreves... ¿Pues no me he de atrever?...

Dichosos nosotros que podemos pensar y decir sobre el futuro y el pasado lo que se nos venga a la mente, sin temor de que nos atormenten, nos quemen o nos destierren los ministros de Dios ofendido y enojado por ello, como lo hacían con nuestros abuelos, casi sin temor de que nos injurien, nos calumnien y nos persigan, como lo hacían con nuestros padres, los representantes oficiales del Dios de bondad.

¡Ah! ¡es verdad! y don Rodrigo es muy valiente y muy diestro... me había olvidado... pero ¡Dios mío! aunque eso sea, de todos modos os pierdo: si le matáis tendréis que huir. No le mataré. ¡Oh! gracias... ¿no iréis, no es verdad? esperaréis á que se acabe la función y os vendréis conmigo... yo haré... yo diré al duque de Lerma que destierren á ese hombre.

Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas, pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele: porque lícito es al poeta escribir contra la invidia, y decir en sus versos mal de los invidiosos, y así de los otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que, a trueco de decir una malicia, se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto.