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Según los brahmanes, ese dios dominador era Siva: según los budhistas, era Budha: según los gnósticos de los primeros siglos cristianos, era Jehová. Menos respetuoso aún, un armenio, Moisés de Chorene, entusiasta por su noble montaña del Ararat, ve en la cima del pico de Adán la huella de Satanás, el eterno enemigo.

Con la habilidad de las mujeres para sondear al hombre y penetrar en sus secretos, manteniendo cerrados é inabordables los secretos propios, ella fué enterándose de los accidentes y aventuras de la vida de Ulises. En vano éste, por una reciprocidad natural, habló de la isla de Java, de las danzas misteriosas ante Siva, de los viajes por los lagos de los Andes.

Allá en lo alto está el dios Siva, que destruye y crea: allí también la diosa Chama, la Gauri, que concibe y pare. De ella descienden los ríos, las plantas, los animales y los hombres.

Dejando libres sus encantos, iba y venía por el salón, segura de su hermosura, orgullosa de su cuerpo duro y soberbio, que no había cedido aún bajo el paso de los años. Unos chales de colores le servían de vestiduras transparentes. Agitándolos como fragmentos de arco iris en torno de su marfileña desnudez, esbozaba las danzas sacerdotales, las danzas al terrible Siva que había aprendido en Java.

Yo danzaba desnuda, con un velo transparente anudado á mis caderas y otro flotante sobre mi cabeza... Danzaba horas y horas, lo mismo que una sacerdotisa brahmánica ante la imagen del terrible Siva, y Ojo de la mañana seguía mis danzas con sus ondulaciones elegantes... Yo creo en el divino Siva. ¿Usted no conoce á Siva?... Ferragut dió de lado al sombrío dios.

Ormuz y Siva, Venus y Rea, Jesus y María, no recibirán de los Muslimes idolátrico culto; el único símbolo que en nuestra aljama pondremos será esa gallarda curva sostenida en el aire, que recordará á los verdaderos creyentes la afortunada huida del Profeta á Medina.

No quiso tampoco ser menos que Pepe Güeto y doña Manolita, dejando de hacer un presente. Sus medios no alcanzaban para comprar joyas, ni él las poseía; pero conservaba aún, a pesar del regalo hecho a D. Acisclo cuando vino de Filipinas, varias armas japonesas, chinescas e indias, con las cuales se podía formar una bella panoplia, y un extraño ídolo de bronce que representaba al dios Siva.

Sobre ambas manos juntas fueron todos los asistentes vertiendo algunas gotas de agua lustral perfumada. Morsamor enseguida dio a Urbási algunas hojas de betel picante. Entonces se renovó la invocación, dirigiéndola Narada a los más egregios seres divinos, a la propia Trimurti con el complemento femenino de Sarasvati, esposa de Brahma; de Laksmi, esposa de Vishnú, y de Uma, esposa de Siva.