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Demasiado franca para ocultarle mi dolor, y excesivamente orgullosa para descender hasta el reproche, le conté fríamente lo que había visto y oído, prometiéndole, no obstante, guardar un secreto del que dependía su vida.

D. Juan, con la mayor generosidad y abnegación, accede al ruego del moribundo, de ejecución nada fácil, que espira entonces en paz, prometiéndole presentarse ante el trono del Señor para dar fe de la nobleza de ánimo de su bienhechor.

Era la otra carta, larga también, para el tío Frasquito, escrita con grandes visos de misterio, asegurándole haber conjurado el peligro a fuerza de astucia y de dinero, y prometiéndole la completa extirpación del misterioso «¡Mentecatoen cuanto llegara él a Madrid y pudiera comunicar a las logias las órdenes que de Italia llevaba.

El loco amor al lujo y las comodidades eran los puntos débiles de Isidora; su necesidad la brecha por donde la atacaban, prometiendole villas y castillos; pero no obstante estas desventajas, resistía batiéndose con el arma de su orgullo y amparada del broquel de su nobleza.

No por eso dejó de ser feliz ante un acontecimiento muy previsto que tuvo lugar dos años después de su casamiento, y que prometiéndole un grato consuelo, asegurábale en su hogar una independencia y una soledad relativas.

Fué admitida la propuesta, y se partió Astarte para Babilonia en compañía del criado de Zadig, prometiéndole que le despacharia sin tardanza un mensagero, para informarle de quanto hubiese sucedido.

Cuando éstos querían hacer falla para dedicar el día a una borrachera, se entendían con Facundo, quien lo avisaba a la señora, prometiéndole responder de la asistencia de todos al día siguiente, la que era siempre puntual. Por esta intercesión llamábanle los peones el padre.

Dexó Zadig correr por el mundo á la bella antojadiza Misuf; envió á llamar al bandolero Arbogad, á quien dió un honroso puesto en el exército, prometiéndole que le adelantaria hasta las primeras dignidades militares si se portaba como valiente militar, y que le mandaria ahorcar si hacia el oficio de ladron.

Currita recibió la noticia con frialdad aterradora y negóse rotundamente a hacer uso de la receta, con cierta especie de rencorosa terquedad, impropia del caso; también ella había recibido aquel día carta cariñosa de Jacobo, fechada asimismo en Milán, hablándole vagamente de grandes peligros y grandes negocios, y prometiéndole, con la fatua seguridad de quien presume ser esperado con ansia, el gozo imponderable de su próximo regreso y la explicación satisfactoria de su repentina marcha.

La contempló Narcisa, ceñuda, como indagando de dónde había sacado «aquello»; pero ella se apresuró a depositar el tesoro en los hondos bolsillos de Andrés, prometiéndole: Ya te daré más..., mucho más.... Andrés se olvidó de Carmencita.