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Escuchaba por primera vez estos ruidos pavorosos, y aunque había leído en las crónicas antiguas muchas descripciones del estruendo de las armas inventadas por los hombres, nunca pudo suponerlo tal como era en la realidad. ¡Grandes dioses! gritó . ¡Son tiros! ¡Disparos de armas de fuego!... ¡Y suenan cerca de la Universidad!... Adivino lo que ocurre.

Mas para llevar á cabo este acto era preciso despedirse, y el despedirse había sido siempre para nuestro señorito uno de esos problemas pavorosos que pocas veces obtienen resolución. Antes de levantarse, cuando estaba en visita, tenía que sostener una batalla consigo mismo, que á veces se prolongaba más de la cuenta.

No hay otro paso para llegar á él que á través de los pavorosos desfiladeros que abre el hielo, cierra y cambia todos los inviernos, como si quisiese impedir nuevas visitas importunas. Por lo que toca á las ballenas, créese que pasan por debajo los hielos, del uno al otro mar, por la vía tenebrosa. Viaje temerario.

Sin embargo, los anuncios pavorosos de Celesto no tuvieron inmediato cumplimiento, gracias a la intervención de los bebedores. Al cabo de un rato, el seminarista y el excusador eran los mejores amigos del mundo, y se abrazaban y besaban tiernamente vertiendo lágrimas. Andrés se alejó del grupo riendo, y se puso de nuevo a jugar con Rosa y Máxima.

El doctor Ortiz hace un último esfuerzo para salvar su vida y la del compañero; despierta a Quiroga, y le instruye de los pavorosos detalles que acaba de adquirir, significándole que él no le acompaña si se obstina en hacerse matar inútilmente.

En efecto; la estiba del junco estaba llena de agua, la cual unas veces se inclinaba a babor y otras a estribor, con sordos y pavorosos mugidos, rompiéndose su obscura masa contra los puntales y contra los pies de los palos mayor y trinquete. ¿Cómo había entrado aquella agua? ¿Se había abierto una vía por la mala construcción del buque o durante el tiempo que estuvo encallado?

Créese, con razón, que nada hay tan horrible como sondear la conciencia de un pecador endurecido en el trance de la muerte; supónense tras aquel rostro lívido y desencajado luchas aterradoras que sostienen el imperio del mal y la moción del bien, fantasmas pavorosos que se levantan en la conciencia, combates encarnizados que traban en torno de aquella alma empedernida el ángel del arrepentimiento y el demonio de la impenitencia.

Sobre la cresta del altivo monte, águila herida por audaz, detengo mi vuelo para ver el horizonte ensangrentado y triste de que vengo. Abajo yacen muertos pavorosos; los cuervos que han posado a mi partida, llenarán sus estómagos ansiosos bebiendo sangre en cada fresca herida. Así es la humanidad; para el herido la paz, la indiferencia y el olvido, sólo en el llano y en la cumbre solo.

Desfilan ante la vista nublada las copas tomadas a escondidas en la trastienda de los almacenes de la manzana; las graciosas sirvientas con quienes uno se saluda más o menos cariñosamente en las horas de facción; los cigarrillos fumados clandestinamente en el zaguán de las grandes casas, durante la recorrida, y todos estos recuerdos se alzan pavorosos y cada uno es un fantasma que aterroriza.

Conozco cosas que el gobierno de las mujeres necesita mantener secretas y que representan un peligro de muerte para aquel que las aprende. Calló Ra-Ra, como si le turbasen los pavorosos recuerdos de su vida de perseguido; pero el gigante tenía los ojos fijos en él, animándole á que continuase su historia. Con usted, gentleman, me atrevo á hablar de lo que no hablaría con ninguno de mi especie.