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Mirando más y más, observé que lentamente iban elevándose desde su seno hacia el firmamento un número infinito de pequeñas columnas de humo, las cuales al extenderse en el aire se abrazaban, y juntas subían a engrosar el ya tupido velo que ocultaba al sol. Aquellas columnas de humo me hicieron pensar en los hogares que debajo de ellas había, y todo lo comprendí en un instante.

Era de ver cómo los criados, las hermanitas, y la misma D.ª María, sin poder contener en los límites de la dignidad su maternal cariño, le abrazaban y besaban a porfía, y uno le coge, otro le deja, durante un buen rato le estrujaron sin compasión. Al fin, reuniéndose todos, incluso los huéspedes, en la sala baja, D. Diego fué solemnemente presentado a su novia.

Sin embargo, los anuncios pavorosos de Celesto no tuvieron inmediato cumplimiento, gracias a la intervención de los bebedores. Al cabo de un rato, el seminarista y el excusador eran los mejores amigos del mundo, y se abrazaban y besaban tiernamente vertiendo lágrimas. Andrés se alejó del grupo riendo, y se puso de nuevo a jugar con Rosa y Máxima.

Este aumentó por la noche con las noticias que se recibieron de la abdicación de Napoleón y la exaltación de los Borbones. Todo el mundo estaba en el paseo; éste parecía atestado materialmente, el tiempo era magnífico; hablábanse las gentes sin conocerse apenas. Se reunían, se felicitaban, se abrazaban; era aquello una manifestación general de entusiasmo.

Hacia la una o las dos de la madrugada solían llegar algunos hombres y mujeres que el doctor conocía; en Babilonia había tenido ocasión de conocer a casi toda la ciudad. La alegre comparsa ocupaba en seguida un gabinete particular e invitaba al doctor Chevirev. Se le acogía siempre con gritos alegres y bromas; algunos, que se consideraban sus amigos, le abrazaban.

¡Albricias, amigos! ¡Viva la lengua castellana! Una salva de aplausos recibió la noticia; todos se abrazaban, todos tenían los ojos brillantes de lágrimas. Pecson era el único que conservaba su sonrisa de escéptico. El que venía á traer tan buena nueva era Makaraig, el joven que encabezaba el movimiento.

Solamente los rabíes Ferrer i Joseph Alvo se mantuvieron contumaces en sus doctrinas. Rabí Astruch presentó entonces á Benito XIII una confesion por i en nombre de los demás judíos, en la cual se declaraban vencidos, i por tanto abjuraban los errores de su antigua lei, i abrazaban con toda fe la verdad de la religion de Cristo.

Mas, por la gran confianza que su amo le otorgaba, los tertulios de D. Pedro le guardaban consideraciones, y apesar de la rusticidad de su trato y del traje campestre que llevaba, cuando le tropezaban en la calle le abrazaban familiarmente, le convidaban a entrar en el café y a veces le llevaban al teatro.

El pueblo comenzó a agolparse con su estúpida curiosidad a las puertas del palacio, y a poco una larga hilera de coches ocupaba toda la calle, suspendían un momento su pausada marcha, abríanse y cerrábanse con estrépito las portezuelas, y bajaban encopetados señorones, aristocráticos gomosos y damas elegantes; venían estas de trapillo, mirando a todas partes, entre asustadas y curiosas, y abrazaban a Currita haciendo exclamaciones de sorpresa, de indignación, de entusiasmo y de lástima.

Iba á decir mas, pero se le heló la sangre y el habla quando vió que las dos muchachas se abrazaban amorosamente de los monos, inundaban en llanto los cadáveres, y henchian el viento de los mas dolientes gritos. No esperaba yo tanta bondad, dixo á Cacambo; el qual le replicó: Buena la hemos hecho, Señor. Los que vm. ha muerto eran los amantes de estas dos niñas. ¡Amantes! ¿cómo es posible?