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Caballero, le dixo uno de los azules, los sugetos de su facha y su mérito nunca pagan. ¿No tiene vm. dos varas y seis dedos? , señores, esa es mi estatura, dixo haciéndoles una cortesía. Vamos, caballero, siéntese vm. á la mesa, que no solo pagarémos, sino que no consentirémos que un hombre como vm. ande sin dinero; que entre gente honrada nos hemos de socorrer unos á otros.

Entonces, está dicho. Prevenga usted al cochero. Enseguida. Tu mujer, ¿ha puesto mucha resistencia? La necesaria para que su decisión tenga una significación cariñosa ... ¡Es un ángel! ¡Bueno! Se lo pagaremos después. Fueron interrumpidos por una tempestad de armonías: era la banda que, en el patio, empezaba, al unísono con la orquesta, el rigodón de honor.

Volvió a pensar, aunque sin esperanza, en lo de «la música las fieras domestica», y dijo: Pues mira, si te decides, Minghetti, el barítono, es un excelente profesor.... Emma, encendida, no pudo menos de ponerse en pie, y sin pensar en contenerse, comenzó a batir palmas. ¡Oh, , ; sublime, sublime; qué idea!, el barítono... y le pagaremos bien; será una obra de caridad.

Todo eso tendrémos á nuestro favor: pagarémos deudas antiguas, dando verdades á trueque de embustes, agradeciendo y recomendando lo que juzguemos que debamos recomendar y agradecer.

Yo encuentro siempre una palabra oportuna para ellos... Ya les pagaremos desde América cuando seas rico. Obsesionado por sus escrúpulos, el marqués insistió en ellos con una tenacidad caballeresca. No saldré de aquí sin que hayamos pagado á lo menos nuestra servidumbre. Además, necesitamos dinero para el viaje.

¿Y nosotros pagaremos los platos rotos...? preguntaba Chichoy indignado. ¡Ejem, ejem, ejjjem! tosió el platero oyendo acercarse pasos en la calle. En efecto los pasos se acercaban, y en la platería todos se callaron. San Pascual Bailon es un gran santo, dijo hipócritamente en voz alta el platero, guiñando á los otros; san Pascual Bailon...

No soy responsable de las necedades de todos los viejos locos que pierden la cabeza por . ¿Ni de los millones que pierden en su casa? De acuerdo. ¿Pero de buena fe me cree usted una mujer interesada, llave de los corazones? ¡Caramba! ¿Cuánto quiere usted por volverse a París y permanecer tranquila allí? Nada. Le pagaremos el pasaje, aunque cueste un millón. Es que somos dos; he traído a le Tas.