United States or Aruba ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al mismo tiempo tosía con una expresión irónica. ¡Ejem! ¡ejem!... Y el devoto remendón movía la cabeza como si contestase: «¡Eh! ¿Qué tal? ¿No lo decía yo?...» Cuando supo Maltrana esta visita, prorrumpió en exclamaciones de cólera. De estar él, allí les hubiera echado a la calle, para que aprendiesen a no curiosear en casa ajena.

Señora, yo creo..., ejem..., que esa enfermedad obedece a un estado puramente nervioso... Las alteraciones nerviosas son tan variadas y extrañas..., ejem..., que no es posible someterlas a principios fijos, sino más bien conviene no sentar ninguna regla y estudiarlas en detalle, o sea cada una de por . Trabajo le costó, pero al fin salió del paso.

Y añadió en voz misteriosa: ¡Es una jugada del chino Quiroga! ¡Ejem, ejem! volvió á toser el maestro pasando el sapá del buyo de un carrillo á otro. Créeme, Chichoy, ¡del chino Quiroga! ¡Lo he oido en la oficina! Nakú, ¡seguro pues! exclamó el simple, creyéndolo ya de antemano. Quiroga, continuó el escribiente, tiene cien mil pesos en plata mejicana en la bahía. ¿Cómo hacerlos entrar?

¿Y nosotros pagaremos los platos rotos...? preguntaba Chichoy indignado. ¡Ejem, ejem, ejjjem! tosió el platero oyendo acercarse pasos en la calle. En efecto los pasos se acercaban, y en la platería todos se callaron. San Pascual Bailon es un gran santo, dijo hipócritamente en voz alta el platero, guiñando á los otros; san Pascual Bailon...

En la platería donde se hospedaba Plácido Penitente, se comentaban tambien los acontecimientos y se discutían con cierta libertad. ¡Yo no creo en los pasquines! decía un obrero delgaducho y seco á fuerza de manejar el soplete; ¡para es obra del P. Salví! ¡Ejem, ejem! tosió el maestro platero, hombre muy prudente que, temiendo pasar por cobarde, no se atrevía á cortar la conversacion.

Traje, el de siempre; pero su chaleco escotado dejaba al descubierto una botonadura maciza, enorme, con diamantes antiguos de gran valía, y en los dedos sortijas pesadas, de complicada labor, que evocaban el recuerdo de los suntuosos marqueses del pasado siglo. ¿Me aguardabais, hijas mías...? ¡Ejem, ejem...! Pues he sido puntual. Son las doce.

¿Ja? ¡Rayo! exclamó Chichoy, buscando con los ojos un arma y no viendo ninguna, cogió su soplete. El maestro se sentó; le temblaban las piernas. El crédulo ya se veía degollado y lloraba de antemano por la suerte de su familia. ¡Ca! dijo el escribiente; ¡degüello no va á haber! El consejero del é hizo una seña misteriosa está por fortuna enfermo. ¡Simoun! ¡Ejem, ejem, ejjjem!