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Vuélvase mil veces al repartimiento, y mil veces se desigualarán las fortunas. ¿En consideracion? pero ¿apreciará V. tanto al hombre honrado como al tunante? ¿se depositará igual confianza en este que en aquel? ¿Se encargarán los mismos negocios á Metternich que al mas rudo patan? Y aun cuando se quiesese, ¿podrian todos hacerlo todo?

César y Bruto, la víctima y el matador, tambien hicieron versos, que depositaron en bibliotecas públicas. Poetas tan débiles como Ciceron, pero mas felices que él, pocas personas supieron que los hacían. Machiavelo, que, á haber vivido en este siglo se reiría de Talleyrand y de Metternich, era poeta.

Recuerdo que en momento de llegar a Consuelo, en las circunstancias que dentro de poco diré, hablábamos de Viena y ella me contaba alguna de las anécdotas características de la princesa de Metternich... Luego seguía la marcha el ministro inglés, plácido, tranquilo, culto y resignado, llevando a little Georgy en los brazos.

A ese paso no serás por mucho tiempo simple agregado; pronto te nombrarán primer secretario en Londres o en San Petersburgo, si así te engolfas en la ciencia de los Talleyrand y los Metternich haciendo compañía a una colegiala. Señor de Avrigny contestó Amaury con acento en el cual vibraban a la vez el amor filial y el orgullo herido.

Ni Metternich ni Bismarck quedaron jamás tan contentos de mismos como yo en aquella ocasión. Una cosa debo decir, y es que acabó de encajar en mi cerebro la opinión que hacía algún tiempo se había insinuado respecto a don Oscar. Me convencí de que éste era un ente ridículo y cargante, pero no el ser misterioso y terrible que al principio de conocerle me había forjado.

Felicitamos a los marqueses de Villamelón por haber introducido esta elegante novedad, que no tardará en ser imitada en las mesas y salones de la corte». Todas estas y otras majaderías por el estilo leía Currita con ávido deleite, mirando con desdén, desde la altura de su triunfo, a Metternich y a Pitt, a Cavour y a Bismarck.

Bien sabido es que el famoso vino que allí se produce no es regalado ó vendido por su opulento propietario, el duque de Metternich, sino para el consumo de soberanos y príncipes, ó de esos reyes de los cofres que se llaman banqueros, capaces de pagar á 27 ó 30 francos la botella del delicioso licor.

Metternich y Talleyrand, por ejemplo, debieron sus mejores éxitos políticos a este género de tramitaciones, manteniendo el equilibrio continental, en unos casos, y concertando la paz, en otros, por medio de su «gancho» para unir princesas y reyes.