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Estos son los inconvenientes de no tener la Embajada rusa palacio de su propiedad, a pesar de tantas reclamaciones como sobre este asunto tengo hechas a la cancillería de San Petersburgo.

Mamá era íntima amiga de Eugenia... ¿No sabe usted qué Eugenia? Y frente á las grandezas aristocráticas de Petersburgo elevaba la imagen de la corte mejicana, del breve Imperio que había tenido por epílogo el fusilamiento del archiduque Maximiliano y la locura de su esposa Carlota. La buena señora lo contaba todo tal como lo había oído á su madre.

Yo contesto que he estudiado lo que sucede sobre el teatro del suceso, y no encuentro la explicacion en la competencia. Centros notabilísimos son tambien Lóndres, Hamburgo, Francfort, Constantinopla, San Petersburgo, y no sucede lo que en Paris.

Pero Leonora no podía vivir lejos de la escena; las grandes damas huían de ella en el campo, y Leonora quería que la aplaudiesen y festejasen. Decidió a Selivestroff a trasladarse a San Petersburgo y cantó en la ópera todo un invierno, como una gran señora, convertida en artista por entusiasmo. Volvió a ser la mujer de moda.

Celebro en el alma, mi querido Javier, que San Petersburgo te guste y que guste también a Marta, así como que hayáis encontrado en la embajada agradables colegas. Se pondera mucho el encanto y la bondad de la embajadora y esto facilitará vuestra aclimatación.

Efectivamente, Azorín se va a París. ¿Por qué a París, y no a Brujas, a Florencia, a Constantinopla, a Praga, a Petersburgo?

Las montañas de fines de agosto en Pekín, son muy apacibles; ya vaga en el aire una calma otoñal; a esa hora, el consejero Mariskoff y los oficiales de la legación estaban siempre en la cancillería, despachando el correo de San Petersburgo.

Es indecible la complacencia con que estudio á las mujeres de Paris. No conozco la representacion de la mujer inglesa y rusa, y este es uno de los motivos porque más deseo visitar á Lóndres y San Petersburgo. Á una mujer debo toda mi vida, y natural parece desquitarme de semejante deuda, consagrándola una pequeña parte de aquella vida tan empeñada.

Sin duda ninguna, señor conde replicó Amaury con cierta turbación; y si Antoñita ama a su sobrino... Pero perdone, ¿no estaba agregado el vizconde a la embajada de San Petersburgo? En efecto, ejerce en ella el cargo de secretario segundo; pero ha obtenido licencia. Entonces, ¿va a venir? preguntó Amaury, no sin cierta brusquedad.

Tonino Tenorini, alias el Magno, había salido no se sabe de dónde; algunos decían que había venido al mundo, como Castor y Pollux, dentro de un huevo, no de cisne, sino de ruiseñor. Su espléndida y ruidosa carrera empezó en Nápoles, donde había eclipsado enteramente al Vesubio. Después pasó a Milán y de allí sucesivamente a Florencia, San Petersburgo y Constantinopla.