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De seguro que Jurado previó el desaire y se preparó para el desquite, porque en su discurso, que duró cerca de una hora, trató atrozmente a los conservadores, dijo pestes de las testas coronadas, y maldijo mil veces de quienes habían vendido a su patria por un «puñado de lentejas». El tal discurso fué aplaudido calurosamente.

LENTEJAS A LA ESPA

Así, refieren éstas que dos regidores, Dioscórides y Sarapamón, se apoderaron de las llaves del pósito, y sustrajeron de allí y vendieron muchísimo trigo y cebada, toda la provisión de lentejas, y más de cien artabos de vino de arroz. No contentos con esto, hicieron otras muchas defraudaciones.

Recomendó mi hombre las lentejas, menestras de acelgas y guisantes, aunque fueran de caldo negro, las sopas de ajo, y abstinencia de carne por las noches.

Componían el festín pedacitos de mazapán, pavos más chicos que pájaros y que se engullían de un solo bocado, filetes y besugos como almendras, un rico principio de cañamones y un pastel de alpiste á la canaria, albóndigas de miga de pan á la perdigona, fricasé de ojos de faisán en salsa de moras silvestres, ensalada de musgo, dulces riquísimos y frutas de todas clases, que los pericos habían cosechado en un tapiz donde estaban bordadas, siendo los melones como uvas y las uvas como lentejas.

Mientras D. Facundo interrogaba al mayor con extremada habilidad para enterarse pronto de lo que necesitaba saber, Miguel hablaba con el chiquitín. ¿No os habrán dado hoy de cenar? No dijo el niño moviendo la cabeza a un lado y a otro. ¿Y habéis comido por la mañana? . ¿Y qué habéis comido? Lentejas y pan. ¿No habéis comido nada desde entonces? Un poco de pan que me dio Pepe. ¿Quién es Pepe?

El cubo del jardinero rompía un instante la capa verdosa de su superficie, dejando ver el azul negruzco de las grandes profundidades; pero apenas extinguidos los círculos excéntricos de la inmersión, volvían a aproximarse y a confundirse las verdes lentejas, y otra vez desaparecía el agua bajo su mortaja vegetal, sin un estremecimiento, sin un susurro, muerta e inmóvil como el templo en el silencio de la tarde.

Yo creo que si Luis XVI hubiera convidado a comer a Marat, tal vez hubiera evitado la Revolución francesa; las lentejas y el cocido cotidiano han hecho más revolucionarios que todos los libros de Kropotkine.

Señor cura, a no me venga usted con argucias de seminario; la filosofía moderna ha demostrado que el escolasticismo es un tejido de puerilidades, y yo a lo que vienen ustedes. Quieren comprar las arraigadas convicciones de mi amigo por un plato de lentejas; una taza de caldo por la confesión de un dogma; una peseta por una apostasía... ¡esto es indigno!

Los dependientes que estaban haciendo el recuento y balance, metían en las arcas de hierro los cartuchos de oro y los paquetes de billetes de Banco, sujetos con un elástico. Otro contaba sobre una mesa pesetas gastadas y las cogía después con una pala como si fueran lentejas.