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Todo el libro parece concebido en un solo aliento; los personajes han recibido al nacer tales bríos, que, semejantes a los dioses homéricos, alcanzan de un solo salto cuanto espacio puede divisar el espectador colocado a orillas del mar sobre altísima roca. Todo tiene en este libro un sello de fiereza titánica, de salvaje energía, de grandiosidad sublime: la tierra, y el mar, y los hombres.

Y ahora, Nélida, que venía hacia él contra toda lógica, cuando menos podía esperarlo; Nélida, «la de la boca de tigresa como decía Maltrana en su afición a los apodos homéricos , la de los ojos de antílope y la carne primaveral». En cuatro días tres amores... La vida de a bordo quería borrar con la rapidez de los hechos la monótona languidez de su ambiente.

Cayó durante uno de aquellos combates homéricos del general Conrado Villegas , con el bravo Namuncurá , y allá se quedó... como se han quedado tantos modestos y oscuros, de esos que cumplen el deber por el deber y a quienes los eunucos de la acción y del pensamiento les llaman soñadores porque no pusieron, sobre todo, las exigencias de la bestia, sin que la patria les recuerde, por más que le consagraron lo único que poseían: ¡la vida!

Para formarse una idea de lo que eran sus pequeñas embarcaciones, Ferragut recordaba las flotas de los poemas homéricos, creadas muchos siglos después. Los vientos infundían un terror religioso á los guerreros del mar reunidos para caer sobre Troya.

Homero ó los rápsodas homéricos no se proponen en la Iliada pintar el mundo helénico antes de la irrupción de los dorios, sino tan sólo la cólera de Aquiles, ni en la Odisea la civilización occidental, sino los trabajos de Ulises. Pero aun suponiendo legítimos estos propósitos, todavía es mas censurable la manera con que se realizan.

Grecia es el alma joven. «Aquel que en Delfos contempla la apiñada muchedumbre de los jonios dice uno de los himnos homéricos , se imagina que ellos no han de envejecer jamás». Grecia hizo grandes cosas porque tuvo, de la juventud, la alegría, que es el ambiente de la acción, y el entusiasmo, que es la palanca omnipotente.

Y entre esta gente y el bando de los «pingüinos», con sus admiradoras anexas, estaba otro grupo, al que daba Isidro el título de «gran coalición de potencias hostiles», compuesto de señoras de nacionalidades diversas, atraídas por una antipatía común. Maltrana las designaba con hermosos sobrenombres, lo mismo que los personajes homéricos.

Todas las mañanas, en efecto, al entrar las operarias en los talleres, al encontrarse en el camino, solían, urbanas y rurales, invectivarse ásperamente y dirigirse homéricos insultos, ni más ni menos que si fuesen las avanzadillas de los dos partidos enemigos que presto iban a encender la guerra civil. ¡Vaya, que es buen madrugar de Dios, hijas! ¿Venides a caballo del Sol?