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Te felicito por tu actitud al encerrarte en la estancia, ayudando a Ricardo a reconstruir la fortuna. Pero de todo esto hemos de hablar despacio otro día. Entretanto, hago votos por el crecimiento de vuestros rebaños, porque tus cisnes sigan tan fastuosos, tan lindos tus patitos y tan ponedoras tus gallinas. Jorge me encarga te salude, lo mismo que a Ricardo.

Después de los prelados de morrión de hierro y cota de malla desfilaban los prelados ricos y fastuosos, que no reñían otros combates que los de los pleitos, litigando con villas, gremios y particulares, para mantener la inmensa fortuna amasada por sus antecesores.

Pero más que todos esos fastuosos salones, más que todas esas ricas exposiciones de la entusiasta imaginacion de un pueblo brillante y fantástico, más que todos esos fatigosos alardes de lujo y de riqueza, hieren y cautivan nuestra atencion tres salas extensísimas, casi desnudas, silenciosas, solemnes: la sala del trono, con sus doce enormes arañas, destinada primitivamente á las recepciones, á los banquetes y festines, y las dos salas de los Prebostes, de esos magistrados del pueblo, de esos reyes de la ciudad, de esos alcaldes absolutos que eran los amos de Paris, como los padres de la edad media eran los amos de su familia, como los señores feudales eran los amos de su feudo y de su castillo.

Apenas se acordaba ya de las sórdidas alegrías de sus padres, de la sorpresa de sus hermanas, de la violenta oposición del viejo conde, de los plácemes serviles de las vecinas, de las miradas agudas y coléricas de las muchachas de la villa, de los preparativos fastuosos de la boda, del caballo blanco en que salió de su casa para la iglesia.

Construía para ella los más maravillosos juguetes, recortaba de zanahorias y de nabos las más sorprendentes flores y figuras, hacía de pepitas de melón, gallinas como naturales, construía abanicos y cometas, y era singularmente diestro en cortar para las muñecas fastuosos vestidos de papel.

Uno de los amigos del novio le llamó Rebolledo, aludiendo al bandido de la zarzuela Los diamantes de la corona, y la palabra hizo fortuna entre la juventud maleante. La ceremonia debía de celebrarse a las cinco de la tarde. Los novios partirían en el sud-express poco después. A las tres, la multitud de los convidados invadía los fastuosos salones de la casa de Escudero, en la calle de Alcalá.

Eran adornos de teatro, ridículamente fastuosos, de metal dorado, con piedras de diversos colores, cuya grandeza hacía temblar de emoción a la pobre Mariposa. Esas joyas de reina dijo eran de aquella buena señora que me quería tanto: de la cómica que murió.

Tengo también una pareja de cisnes, a los cuales sólo les falta el esquife de Lohengrin. ¡Qué fastuosos y qué infatuados son estos cisnes! Nadan entre los patos con el aire de dos señores feudales entre una plebeya y vil democracia. Doy también grandes paseos por el campo. Y me quedo horas muertas mirando los teros.