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Cecilia cogía una en brazos, Gonzalo la otra, y las llevaban al cuarto de aquélla, donde ambas dormían. La tarea de desnudarlas era complicada y entretenida. Gonzalo, a pesar de su musculatura de toro, poseía tanta delicadeza como una mujer para desatar las cintas y mover sus cuerpecitos a un lado y a otro sin lastimarlas. A menudo las manos de los cuñados se tropezaban.

Pues si fuera yo á decir todo lo que .... ¡Cuántos vestidos de moaré se pasean por esas calles que no se han pagado, y cuántos se han pagado sin el dinero del marido de las que los llevan!... Pero esas son señoras y tienen bula para todo.... Lo mismo que lo demás.... ¡Cuántos cuerpecitos que á ustedes les marean están hechos por estas manos!... Pero más vale callar.

OPERARIO. Bien, señor. Dormiditos están como unos ángeles. Allá les dejo media hora más reponiendo en el sueño sus cuerpecitos fatigados. MÁXIMO. Hija, debemos mirar por nuestros cuerpecitos... o nuestros corpachones. ¿Comemos? ELECTRA. Cuando quieras. Todo lo tengo pronto. MÁXIMO. Eso me gusta. Todo a punto. Así se llega siempre adonde se quiere ir.

No pasó así con los niños, lavados con las saludables aguas del santo bautismo, cuyos cuerpecitos quedaron blancos y hermosos como si aun á ellos se les hubiese comunicado el candor de sus inocentes almas. El primero que cayó en las manos de la divina justicia, fué aquel ministro diabólico, que incitó á los suyos á poner por obra lo que su dios le había inspirado.

La alegre charanga del colegio sustituyó aquel día a las severas campanadas que arrancaban de ordinario a los alumnos de la profunda quietud del sueño de la infancia, para arrojarlos en los pequeños azares, inmensos para ellos, de la vida de estudiantes; cien vivas atronadores al padre rector se unieron al punto a los acordes de la música, y la alegría desbordada, la vida bulliciosa que rebosaba en aquellos cuerpecitos, inundó de repente dormitorios, pasillos y el colegio entero, yendo a estrellarse a las puertas de la capilla por una de esas rápidas mutaciones, increíbles en los niños, que prueban el poder inmenso de la disciplina y la fuerza irresistible que en toda multitud ejerce la autoridad que sabe hacerse amar y respetar.