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Aunque no tenía aún derecho al retiro, se le concedió, en atención a sus veinticinco años de servicios irreprochables y a su enfermedad. Gracias a esto, tenía con que pagar su estancia en la clínica hasta su muerte: no había la menor esperanza de curarle.

Hay que imaginar cómo quedaría cuando el ilustre Pareja manifestó agitando su brazo derecho y haciendo imprimir a las faldas de su levita un principio de movimiento rotativo: Porque la forma clínica aplicable al señor Valleumbroso no es la de los caracteres bien conocidos de convulsibilidad, pérdida de conciencia, etc.

Se cree fundado atribuir las neuropatías del causticum á la atrofia nerviosa, y la clínica corrobora esta opinion: estas neuropatías son distintas de las del subcarbonato de cal que proceden de una atrofia plástica.

Refirió de su profesor en la clínica de Santiago, que al entrar en el cuarto de las parturientas y ver la estampa del santo con sus correspondientes candelicas, solía gritar furioso: «Señores, o sobro yo o sobra el santo.... Porque si me desgracio me echarán la culpa, y si salimos bien dirán que fue milagro suyo...». Contó también algo bastante grotesco sobre rosas de Jericó, cintas de la Virgen de Tortosa, y otros piadosos talismanes usados en ocasiones críticas.

Cuando ya no cupo duda de que Egor Timofeievich Pomerantzev, el subjefe de la oficina de Administración local, había perdido definitivamente la razón, se hizo en su favor una colecta, que produjo una suma bastante importante, y se le recluyó en una clínica psiquiátrica privada.

Este carácter de la alúmina emana del conjunto de sus síntomas y está además apoyado por la clínica.

Si numerosos síntomas no indicasen su accion sobre las membranas mucosas de las vías aéreas, la clínica bastaria para probar su eficacia en algunas bronquitis que se desarrollan con la fiebre en personas irritables y linfáticas, en los niños y los viejos; es una fiebre catarral.

Por el camino, la anciana comenzó de nuevo a decir cosas insensatas; su hijo hacía gestos de impaciencia y miraba con mal humor los tristes campos, despojados por el otoño de su pompa. En consideración al carácter tranquilo de Pomerantzev, no se le cerraba nunca la puerta de la habitación. Durante todo aquel día inquietante anduvo de un lado para otro por la clínica.

Si alguien los enfermos o el doctor se resistía a visitarle, recurría a pequeñas astucias: aseguraba que en su cuarto había un ruiseñor que cantaba admirablemente. De esta manera procuraba atraer gente a su habitación. Los enfermos estaban tan encantados como él de su aposento, y cuando les daba por elogiar la clínica, hablaban de él en primer término.

La vista está alterada, hay ceguera y abolicion del oido, y por lo general zumbido de oidos, sordera pasajera y varios accidentes neurálgicos sin importancia. La voz es débil, ronca, y aun nula, si bien reaparece en el reposo. Los fenómenos de la vida orgánica son mas importantes para la clínica, y confirman los que acabamos de consignar en la vida de relacion.