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El vaho ardoroso de los pucheros donde se ahogaba el capullo subíasele á la cabeza, escaldándole los ojos; pero á pesar de esto, permanecía firme en su sitio, buscando en el fondo del agua hirviente los cabos sueltos de aquellas cápsulas de seda blanducha, de un suave color de caramelo, en cuyo interior acababa de morir achicharrado el gusano laborioso, la larva de preciosa baba, por el delito de fabricarse una rica mazmorra para su transformación en mariposa.

Empujado por la miseria, había caído allí con su enorme y blanducha mitad como podía haber caído en otra parte. Ayudaba al secretario del pueblo cercano en los trabajos extraordinarios, preparaba con hierbas de él tan sólo conocidas ciertos cocimientos que operaban milagros en las barracas.

Despojábase de los pescados de su cintura para repartirlos en las mesas, y las mujeres chillaban al sentir en sus manos la frialdad blanducha y viscosa de estos presentes. Así avanzó por todo el comedor, seguido de la risa inacabable de los buenos germanos, que encontraban este espectáculo de una gracia irresistible.

Power acodándose en la borda, ella y muchas otras, cada día más excitadas por la monotonía de la navegación, empiezan a encontrarlo un poco interesante... No es gran cosa, lo reconozco: algo jamona y blanducha... y con ese perfil de pájaro... y esa nariz que no acaba nunca. Debe ser de Oriente: judía, turca, ¡qué yo!... Pero una señora que tiene esas perlas merece siempre atención.

La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera; las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos; las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel.

Un sirio, erguido sobre un rollo de cables, tañía una triple flauta fabricada con cañas, y al son del gangueo bucólico movíanse sus compatriotas. Eran hombres morenos, de luengos bigotes: corpulentos unos, hinchados de grasa, con la obesidad amarillenta y blanducha de los orientales; enjutos otros, angulosos, alargados y sueltos de miembros, lo mismo que los caballos de carrera.

Abrióse una portezuela del mostrador y entró en la tienda la esposa de don Antonio, una mujer voluminosa, con la obesidad blanducha y el cutis lustroso que produce una vida de encierro e inercia y que le ciaban cierto aire monjil. La bondad extremada hasta la estupidez retratábase en su eterna sonrisa y en la mirada de sus ojos claruchos.