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Sombrías perspectivas de fiebres catarrales, dolores en las articulaciones y fricciones de aguardiente alcanforado, se ofrecieron ante mi vista, y con la visión intensa y terrible del alucinado, me vi metido en unos calzoncillos de bayeta amarilla. Y temblé. Y eché una cobarde mirada en torno buscando un simón vacío. Los pocos que pasaban iban alquilados.

Los hombres como yo son para ella una especie de figurantes alquilados para animar los salones, los casinos, los balnearios, para sostener la conversación y ser galantes con las damas; pero no le interesan. Me lo ha dicho esta tarde, una vez más. ¿Y á ti te duele su opinión? dijo el príncipe. Calló Atilio, como si pesase sus palabras antes de hablar.

Pero, querido amigo, usted no conoce obstáculos. Para navegar hace falta un barco, y éste no se construye tan de prisa... ¡Bah! dijo el bretón, se encuentran alquilados todos los que se quiera. Los puertos de Levante están llenos de yates magníficos que están á la disposición de los aficionados.

Subió lentamente la escalera alfombrada, y al llegar al principal la puerta estaba ya abierta y un criado con librea al pie de ella esperando. La casa pertenecía al Excmo. Sr. D. Julián Calderón, jefe de la casa de banca Calderón y Hermanos, el cual ocupaba todo el principal de ella, sirviéndose por escalera distinta de los demás pisos, que tenía alquilados.

Por no disgustarla, se dirigió Robledo á las diez de la noche á la avenida Kleber, donde vivía la condesa, después de haber comido con varios compatriotas en un restorán de los bulevares. Dos servidores alquilados para la fiesta se ocupaban en recoger los abrigos de los invitados. Apenas entró el ingeniero en el recibimiento, se dió cuenta de la mezcolanza social descrita por Elena.

Ocupaba aquél todo el piso principal, tenía destinado el bajo a oficinas y los demás alquilados. El criado les dijo que los señores se hallaban en el teatro y Tristán se retiró a su habitación sin esperarlos. Pasó la noche intranquilo, agitado por tristes presentimientos.

Cuando la mestiza se marchó, aún se mantuvo Elena junto á la ventana viendo á los transeúntes, cada vez más numerosos, según avanzaba el ocaso. Se apartó de los vidrios al pasar algunos grupos de trabajadores á caballo ú ocupando carruajes alquilados en Fuerte Sarmiento. Volvían indudablemente del entierro del contratista. Todos, antes de alejarse, miraban de reojo la casa.

Preparósele el alojamiento colgando en las paredes tapices y cuadros; estos últimos consta que fueron alquilados.