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Actualizado: 1 de junio de 2025
Si fuésemos á contestar á los yankees con suma igual de injurias á las que les debemos, nos pareceríamos á dos enjambres de verduleras que se ponen como hoja de perejil, con el Atlántico de por medio. Y las injurias de los escritores de los Estados Unidos contra nosotros no son de ahora, con ocasión de la guerra de Cuba, sino que vienen de muy atrás.
Pero aunque era Lucía fresca y mujerona como una Niobe, tipo muy común entre las señoritas yankees, mostraba tan patente en ciertos pormenores el origen español, que hubo de decirse a sí mismo el que la consideraba: «no tiene pizca de traza de extranjera.» Mirola aun buen rato, como buscando en su aspecto la solución del enigma; hasta que al fin, encogiéndose levemente de hombros, como el que exclamase: «¿Qué me importa a mí, en resumen?», tomó de su maletín un libro y probó a leer; pero se lo impidió el fulgor vacilante que a cada vaivén del coche jugaba a embrollar los caracteres sobre la blanca página.
Hasta de la mezcla de la sangre española con la sangre india, se podría suponer que ha nacido y que se desenvolverá una raza distinta y acaso superior á la europea. ¿Pero en los Estados Unidos hay algo más que el suelo que sea americano? ¿Qué significa pues la manoseada frase «para los americanos América?» ¿Con qué razón, con qué derecho, á no ser por la fuerza cuando la tengan, tratarán los yankees de echar de América primero á España, y después á Inglaterra, á Francia, á Holanda y á Dinamarca, que son tan americanas como los yankees y han merecido y merecen más aplauso y gratitud de América, porque la han colonizado, civilizado y cristianizado, implantando en ella todo el saber, toda la virtud y todos los gérmenes de poder y de grandeza de que los yankees andan ahora tan orgullosos?
Yo admiro el salto del Niágara, la riqueza y prosperidad de los Estados Unidos, la magnificencia y esplendor de sus grandes ciudades, como Nueva York, Boston y Filadelfia; la facilidad y comodidad con que por allí se viaja en ferrocarril, y lo amables y hospitalarios que son los yankees con los extranjeros cuando el amor propio no los ciega y cuando no se les pone en la cabeza que los extranjeros les son muy inferiores, porque entonces suelen ser harto poco amorosos y son muy desprovistos de caridad.
Crea usted, que lo que hubiera convenido y lo que todo esto hubiera merecido, es que nosotros hubiéramos imitado á Agatocles. ¿Y quién fué ese caballero? preguntó don Prudencio. Pues Agatocles contestó D. Valentín fué un célebre tirano de Siracusa, con quien se condujeron los cartagineses sobre poco más ó menos, como los yankees con nosotros.
Lo que es yo, gusto tan poco de dichas corridas, que nunca voy á presenciarlas, como no he ido en los Estados Unidos á divertirme en ver á dos ciudadanos romperse á puñetazos el esternón y las quijadas para deleite de los cultos espectadores; mas no por eso diré que mientras entre los yankees se estilen tales juegos, no será posible que se civilicen y seguirán siendo bárbaros y feroces. El Sr.
Esto sería lo razonable y lo justo: que el coronel Ingersoll dejase á Dios en paz en el cielo y se contentase con poner las peras á cuarto á Moisés y con demostrar que no supo tanta química y tanta geología como él sabe, y que sus compatricios nos dejasen á nosotros en paz en Cuba, reconociendo que la hemos de cuidar mejor que los insurrectos si llegan á ser independientes, aunque no acertemos á hacer de Cuba el Paraíso que harían de ella los yankees, más sabios que nosotros en artes mecánicas y mejor iluminados y obsesos por los genios del comercio y de la industria.
Dice, por ejemplo, que nosotros, en nuestro orgullo, tenemos peor opinión de los yankees que los yankees de nosotros.
En cambio, nuestros hombres del día acaso inspiran desdén y lástima, no sólo á los lores, sino á los yankees. ¿No dependerá esto, más que del mérito diferente de unos y de otros, de los caprichos de la ciega fortuna? ¿Son más tontos ó menos valerosos los españoles del siglo XIX que los de los siglos XV y XVI? ¿Está la inferioridad en la poca fe religiosa del día?
No, no debemos dar ni túnica ni capa; no debemos entregar á la codicia ó á la soberbia de los yankees ni un palmo de terreno en la isla de Cuba; ni debemos tampoco continuar pagándoles tributos como por virtud de injustas y arbitrarias reclamaciones de indemnización nos los han hecho pagar durante muchos años, humillándonos al pagarlos.
Palabra del Dia
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