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Actualizado: 7 de julio de 2025


No sólo sabía figurar montañas vomitando fuego y temblores de tierra; á la mar con navíos que lo cruzaban en distintas direcciones; palacios de la más rica y artística arquitectura; el Olimpo con la asamblea de los dioses en su cima, y el Tártaro con los condenados allá en lo hondo, todo ello de una manera maravillosa, sino castillos, que aparecían de repente con la vara mágica; á Faetonte dirigiendo el carro del sol, y precipitándose luego en el abismo; á Perseo, que cabalga por los aires montado en el pegaso; á Venus, atravesando el cielo en un carro de nubes, tirado por cisnes, etc.

En ellas habían colocado los antiguos á Eolo, señor de los vientos; en ellas está el Stromboli vomitando enormes bolas de lava, que estallan con un estrépito de trueno. Las escorias volcánicas vuelven á caer en las chimeneas del cráter ó ruedan por la pendiente de la montaña, sumiéndose en las olas.

Con sus manos rústicas, a las que pretendía infundir cierta delicadeza femenil, pugnaba por formar unos tapones de hilas, intraduciéndolos en aquellos orificios de carne rota y sanguinolenta, que seguían vomitando mansamente el rojo líquido.

Y se puso a dar vueltas como un tigre por la estancia, vomitando injurias y blasfemias. Al cabo de un rato se detuvo delante de su hija, y le preguntó, más con la vista que con las palabras, algo. La joven bajó la cabeza ruborizada e hizo un signo negativo. Bien... De todos modos, has perdido la honra en la población. Es menester que ese infame no se ría de ti... ¿Estamos?

No tuvieron tiempo más que para salvar corriendo la distancia que les separaba de un recodo que el camino hacía. Tomás apareció en seguida con el candil en la mano vomitando injurias. ¡Ah perra, perra! ¿Te has escapado con tu señorito, eh? ¡Ya volverás y nos veremos las caras!

Figúrense ustedes el fuego de estos seis colosos, vomitando balas y metralla sobre un buque de 74 cañones. Parecía que nuestro navío se agrandaba, creciendo en tamaño, conforme crecía el arrojo de sus defensores.

Cruzó soberbia abriendo enorme brecha en los castañares que lo señorean, taladró con furia á Cerezangos, aquel adorado retiro del capitán, y siguió triunfante, vomitando humo y escorias, hasta Villoria.

Un médico, que por casualidad había entre los circunstantes, les hizo la primera cura provisional con los pocos elementos de que pudo disponer. El conde sonreía mientras le curaban. El inglés se había abatido como un buey, vomitando. No tardó aquél en hacer lo mismo. A ambos se les subió a los cuartos que el establecimiento tiene, y se los acostó.

Algunos flotaron perdidos en el mar, pues los marineros, á la vista de uno de los aeroplanos femeniles, echaban al agua las embarcaciones menores, escapando del buque, que era para ellos un volcán próximo á hacer erupción. Los submarinos se apresuraron igualmente á ganar los puertos, vomitando toda su gente. Temían á los «rayos negros», capaces de buscarles en las mayores profundidades.

Supongamos que ocurría una nueva guerra. Nos provocaban los ingleses, y les decíamos: «, señor, pronto estamos; nos batiremos». Salían al mar los navíos ordinarios, empezaba la pelea, y a lo mejor cátate que aparecen en las aguas del combate dos o tres de esos monstruos de hierro, vomitando humo y marchando acá o allá sin hacer caso del viento; se meten por donde quieren, hacen astillas con el empuje de su afilada proa a los barcos contrarios, y con un par de cañonazos... figúrese usted, todo se acababa en un cuarto de hora».

Palabra del Dia

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