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Cierto día, habiéndola encontrado la vizcondesa en su alcoba deshecha en llanto a consecuencia de una de esas humillantes escenas que la señora de Montauron no le evitaba, rogóle vivamente su amiga que abandonase el servicio de la vieja dama, aceptando un asilo en su propia casa.

La señora de Aymaret oyó a pesar suyo algunas de las palabras que en tenue voz cambiaban los interlocutores, y aun cuando en tal tono dichas, nada tenían, en verdad, ni de misteriosas ni de confidenciales... y, sin embargo, cuando se vieron en presencia de la vizcondesa sus rostros revelaron confusión.

En esto me parezco a un sujeto que decía: Voy a darme prisa a escribir un libro que rebose ingenio, para tener después el derecho de ser un bruto el resto de mi vida. ¿He escrito ese libro? Lo ignoro: supongamos que , y adelante. La Vizcondesa me habló de mis obras: yo de las suyas... de su hija. Evidentemente era ésta la mejor, y, sin embargo, me pareció que a ninguna daba menos importancia.

Cuando ofrecía la mano a la Vizcondesa para ayudarla a subir, me dijo ésta: ¿Ve usted, señor, cómo con la religión y los buenos principios no hay matrimonios desproporcionados y rodeados de peligros?

Mi querido señor dijo al marqués la vizcondesa poniéndose de pie , los dos tenemos necesidad de reposo... y todavía más de reflexión... por otra parte, deben empezar a inquietarse en el palco de enfrente por su ausencia. Pierrepont hizo un gesto de soberana indiferencia.

¡Elisa, no insistas, te ruego! ¡Bueno! ¡está bien! replicó aquélla con vivacidad , ¡antes eras más franca conmigo!... ¡adiós, hija! Y se dirigió rápidamente a la puerta. ¿No me das un beso?... le preguntó la pobre Beatriz. ¡Siempre! ¡no uno, mil! replicó tiernamente la vizcondesa saltando al cuello de su amiga.

Las circunstancias son, sin embargo, muy difíciles y escabrosas y me obligan a refrenar mi enojo y a hablar aún con usted de asuntos importantes. Dice mamá que la vizcondesa y otras muchas damas son cómplices e instigadoras de un amor en que ella ni soñaba. El general, dirigiéndose a en latín, y diciéndome tu quoque, filia, me acusa también de complicidad y de provocación al delito.

Pero entendámonos, niña mía añadió la vizcondesa ; si consigo expedirlo para Chicago, ¿puedo estar segura de que encontrará buena acogida por su parte de usted, no es eso?

¿Pues qué, se ha ido Jacques? les preguntó. respondió la vizcondesa ; acaba de irse.

La propiedad de la vizcondesa hallábase frente del molino: los dos amigos la acompañaron hasta la portada y volvieron a los Genets haciendo comentarios sobre los atractivos de aquella encantadora criatura; mas de Beatriz no hablaron ni una sola palabra.