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Actualizado: 24 de julio de 2025
Y la dama saltó del lecho, y se vistió apresuradamente ayudada de la doncella, se arregló ligeramente los cabellos, se puso sobre ellos una toquilla, y se dirigió rápidamente á una puerta de escape. Pero al llegar á ella se detuvo, y dijo á la joven: Dile á don Juan que entre solo.
Se levantó, se vistió y se dirigió a la capilla entre su madre, que se había consolado por completo, y Guillermo, que estaba fuera de sí de alegría. Las mismas amigas que ahora la acompañan al cementerio, iban a su lado, y los que la veían pasar decían: «¡Mirad a Cornelia! está más pálida, pero no menos bella.» En efecto, su aspecto ofrecía un conjunto de nobleza, de gracia y de serenidad.
El Padre Ambrosio se oyó llamar, reconoció la voz de Fray Miguel, no pudo resistirse al imperio con que este exigía que le oyese, se vistió el hábito y le abrió la puerta refunfuñando. Entró en la celda Fray Miguel, colocó su lamparilla sobre la mesa, donde había papeles y libros, y la misma calavera y el mismo crucifijo que la primera vez que allí había entrado.
Hemos interrogado á varios contemporaneos del P. Morillo, y todos los datos que nos ha sido posible adquirir acerca de su persona se reducen á los siguientes. Nació en el reino de Andalucia, y vistió temprano el hábito de los Recoletos. Movido del deseo de emplearse en la conversion de los infieles, pasó á América, donde llegó á ser prelado de su órden en la provincia de Salta.
Para lo cual, cediendo á su inveterada costumbre de caracterizarse, se vistió de pies á cabeza, y se tiñó la nariz y las mejillas de rojo, dándose de ese modo á sí mismo la impresión de que era un cochero borracho. Sus camaradas le embromaban por aquel celo, que estimaban inútil. Pero él repuso: No lo creáis: esto me ayuda á «entonar las palabras».
Por fin, se hizo lo que Ballester deseaba; Maxi se vistió y salieron. En el pasillo, Segismundo comunicó su pensamiento a doña Lupe: «Mire usted, señora, yo tengo que ir al cementerio a ver la lápida que he hecho poner en la sepultura de esa pobrecita. La costeo yo; he querido darme esa satisfacción... una lápida preciosa, con el nombre de la difunta y una corona de rosas...».
El virrey Manso de Velazco estuvo a la altura de la aflictiva situación, y el monarca le hizo justicia premiándole con el título de conde de Superunda. Juan de Andueza, el libertino, cambió por completo de vida y vistió el hábito de lego de la Merced, en cuyo convento murió en olor de santidad.
Clementina, con la sagacidad bastante común en las mujeres, llegó al cabo a adivinar que su antiguo novio seguía adorándola en secreto y sintió un regocijo maligno. Desde entonces no se vistió, no se adornó más que para él; para aturdirle, para fascinarle, para hacerle beber la amarga copa de los celos. De esta época data la fama ruidosa que adquirió como mujer elegante.
10 Entonces el rey dijo a Amán: Date prisa, toma el vestido y el caballo, como tú has dicho, y hazlo así con el judío Mardoqueo, que se sienta a la puerta del rey; no omitas nada de todo lo que has dicho. 11 Y Amán tomó el vestido y el caballo, y vistió a Mardoqueo, y lo llevó a caballo por la plaza de la ciudad, e hizo pregonar delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey.
Todas las personas eran para él fantasmas, y las malas pasiones una ilusión. No había mas que dos realidades: él y lo que le esperaba. Se vistió, después del almuerzo, con unas precauciones que le hicieron sonreir por su minuciosidad absurda. Hasta cambió de corbata, buscando otra de colores más apagados.
Palabra del Dia
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