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Actualizado: 15 de septiembre de 2025


Desconfiando de los recursos de Enrique IV para resistir, y aun de que en Inglaterra dieran á sus enemigos la atención debida, le instigaba á despertar el espíritu público, temeroso de que les ocurriera lo que á las vírgenes de la parábola del Evangelio, que se acordaron tarde del aceite. El que espera siempre es vencido; de los audaces que atacan es el lauro.

Si se prescinde en el arte español de las Concepciones de Murillo, y en las escuelas flamencas de las antiguas Vírgenes, representadas con sin igual ingenuidad y pureza, ¿qué semblante hay más noble y divinamente humano que el de la Virgen de este lienzo?

Y caían de cabeza en la ría las vírgenes y los bienaventurados, flotando después de la inmersión con la ligera porosidad de la madera vieja. La muchedumbre seguía lentamente por las riberas el tardo descenso de las imágenes empujadas por la corriente.

La estera, la cómoda, los muebles, desecho glorioso de la anterior generación de Aransis, y sobre todo las múltiples láminas de santos y vírgenes, la estampa de los Comuneros y otros grabados de ilustraciones, pegados en la pared con graciosa confusión, la ocuparon todo el tiempo que allí estuvo.

Todos eran refinados, sutiles, enemigos de la vil materia, de la prosa de la vida y de las violentas emociones. Publicaban volúmenes de poesías, con más páginas en blanco que impresas. Cada grupito de versos iba envuelto en varias hojas vírgenes, como flor de invernadero que podía morir apenas la tocase el viento de la calle.

Aunque sea del todo falsa la noticia que hallamos en Nostradamus y Crescimbini, de haber escrito dramas los trovadores Lucas de Grimauld, Hugo Brunet, Arnaldo Daniel y Anselmo Faidit , lo cual no puede probarse aduciendo la razón de que hoy no existan, poseemos manuscrito el misterio completo de Las vírgenes prudentes y locas, drama religioso occitánico, que cita en parte Raynouard . Esta composición, de la primera mitad del siglo XI, es sin disputa la única de su especie, que hasta ahora se ha encontrado en los manuscritos provenzales, no habiendo motivo suficiente para colegir de esto que fué el único ensayo de su época y de la posterior.

En la esquina de la calle unos albañiles estaban aserrando piedras con estridente ruido. Todo vivía y se agitaba en sus necesidades o sus placeres acostumbrados como si la señorita de Boivic no estuviese, allí cerca, clavada entre cuatro tablas bajo el inmaculado sudario de las vírgenes.

Vio más lejos el convento de la Trinidad, en el mismo terreno que ocuparon las cárceles romanas; y el subterráneo en que tuvieron encerradas a las Santas Vírgenes Justa y Rufina, patronas de la ciudad. En este subterráneo se ha erigido un altar, en cuyo centro se conserva un pilar de mármol, al que estuvieron atadas las santas, y en que grabaron con sus débiles dedos una cruz que se ve todavía.

La soledad nocturna vino otra vez, pero no don Jorge. Trajo otra vez la tempestad y la nieve con sus torbellinos. Avivando el expirante fuego, vio la Duquesa que alguien había apilado a la callada contra la choza, leña para algunos días más. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero las ocultó a Flora. Dominadas por el terror, aquellas vírgenes durmieron poco.

Había sido de los primeros en convertir las tierras vírgenes en praderas, sustituyendo el pasto natural con la alfalfa.

Palabra del Dia

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