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Actualizado: 9 de junio de 2025


Era maestra en aquella pantomima tan expresiva de los habitantes del Mediodía, que da verosimilitud a las mayores mentiras. Sus ojos, sus manos, sus piececitos, hablaban al mismo tiempo que sus labios y parecían ser otros tantos testigos de su veracidad.

Hasta podía describir exactamente, con su gran poder imaginativo, cómo ocurrió el hecho. Y al transcurrir el tiempo, iba encontrando en su memoria nuevos detalles que añadir á la primitiva visión, todos de indiscutible veracidad. El comandante empezó á aborrecer de un modo definitivo todo lo que le rodeaba.

Si la demostracion de la veracidad y de la existencia de Dios la sacamos de las ideas de los seres contingentes y necesarios, de efectos y causas, de órden y de inteligencia, tropezamos otra vez con el mismo obstáculo, y todavía no sabemos cómo hacer el tránsito de la idea al objeto. Cavílese cuanto se quiera, nunca saldremos de este círculo, siempre volveremos al mismo punto.

Lo que se ha de examinar es, si ella ofrece garantías de veracidad, y de que no se engaña en lo que propone: asentado el principio de su infalibilidad, todo lo demas se allana por mismo; pero si este nos falta, es imposible dar un paso adelante. Cuando un viajero de cuya inteligencia y veracidad no podemos dudar, nos refiere cosas que no comprendemos, ¿por ventura le negaremos nuestra fe?

Asi, pues, admitiendo la veracidad de los historiadores árabes citados, y por consiguiente la probabilidad de que los Sarracenos conquistadores de Córdoba siguiesen el precepto recomendado por el célebre conquistador de la Siria Omar el Farruck y dividiesen con los Cristianos el principal de sus templos, sin contradecir en lo mínimo el relato mas fidedigno de nuestros escritores, antes bien completándolo en la parte que ellos dejan intacta por falta de documentos, podemos establecer: que la basílica catedral de Córdoba, fundada por los Godos sobre la planta de un templo pagano, sirvió, dividida en dos mitades, por espacio de unos setenta años á los dos cultos cristiano y mahometano; que Abde-r-rahman I compró á los Cristianos su parte, como afirma Ar-razi; y que la nueva iglesia que ellos entonces obtuvieron permiso de erigir para el culto cristiano esclusivamente, segun el mismo historiador árabe refiere, no fué otra que esa misma basílica de los tres mártires Fausto, Januario y Marcial, de fundacion hasta ahora nunca determinada, y que sirvió de catedral á los Cristianos Cordobeses todo el tiempo que duró el Califato y aun despues hasta el dia de la reconquista.

La falsedad solo cabe en las nociones del entendimiento, y por eso solamente es contraria de la verdad mental. Aun en esto conviene distinguir la verdad de la veracidad.

No son, sin embargo, de fantasía todos esos pormenores: bastantes de ellos se encuentran, en una ú otra forma, en las cartas familiares de Antonio Pérez, dando ocasión, cuando más, á la conjetura de haberles prestado fe por familiares, el mismo que desconfiaba de la veracidad de las Relaciones.

En el trato comun se explica todo con el nombre de verdad; mas conviene mucho separar estas cosas, porque el que falta á la veracidad voluntariamente, es hombre falso y engañador; el que siendo veraz equivoca las cosas, no es falso ni mentiroso, sino facil crédulo y poseido del error. Estas cosas son tan claras, que no necesitan de mas explicacion.

No: callaré, callaré, aunque usted me insulte, aunque usted aparente dudar de mi veracidad para que la indignación me haga romper el silencio. ¡Pues qué!, si yo dijera que un elevado personaje, el más poderoso que hoy existe en el mundo, se decidió al fin a transigir conmigo, después de una enemistad que data de la paz de Luneville; si yo dijera que los preliminares de negociación que entablé para evitar a España los horrores de la guerra comenzaban a dar resultado, cuando algunos hombres pérfidos, ¡ah!..., si yo dijera esto... Pero no: mi sobrina me mira como para incitarme a seguir hablando, y usted, Sr. de Malespina, me mira también... Mas no: punto en boca, y cesen las impertinentes preguntas que en vano amenazan el inexpugnable alcázar de mi discreción.

No se daba por convencido Mordejai, que planteó por fin la cuestión en términos que justificaban la veracidad y firmeza de su afecto, a saber: para que él creyese lo que Benina acababa de decirle, convenía que se lo demostrara con hechos, no con palabras, que el viento se lleva. ¿Y cómo se lo demostraría con hechos, de modo que él quedase plenamente satisfecho y convencido?

Palabra del Dia

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