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Actualizado: 8 de julio de 2025


32 Pero en cuanto a las ciudades de los levitas, y de las casas de las ciudades, que poseyeren, los levitas tendrán redención siempre. 33 Y el que comprare de los levitas, la venta de la casa, y de la ciudad de su posesión saldrá en el jubileo; por cuanto las casas de las ciudades de los levitas es la posesión de ellos entre los hijos de Israel.

El traductor de esta historia hizo después cuanto estuvo en su mano para continuar la publicación de la misma, no habiendo podido lograr, á pesar de sus esfuerzos, el raro hallazgo de un editor, que, haciendo caso omiso de noveluchas y libros insignificantes, pero de venta inmediata y más segura, se expusiese á dar á la estampa una obra entonces tan nueva é importante como esta, pero que exigía hacer previamente gastos de alguna consideración, y que, á pesar de lo muchísimo que honra á España, habría acaso de venderse con más lentitud de lo que pide la codicia y el afán poco escrupuloso de lucro.

Finalmente, Sancho le pagó muy bien, por orden de su señor, y, despidiéndose dél, casi a las ocho del día dejaron la venta y se pusieron en camino, donde los dejaremos ir; que así conviene para dar lugar a contar otras cosas pertenecientes a la declaración desta famosa historia.

Todos los meses surgía un astillero nuevo, pero la guerra mundial no encontraba nunca bastantes naves para el transporte de los víveres y los instrumentos de muerte. Sin regateo alguno habían dado á Ferragut el precio de venta que él exigía: mil quinientos francos por tonelada: cuatro millones y medio por el buque.

No sin trabajo le pude decidir a hacerlo; le era muy sensible deshacerse de los bienes de su madre, pero se imponía aquella venta. Debía cerca de doscientos mil francos, y los intereses de esta deuda hubieran absorbido bien pronto el resto de su fortuna.

Graves consecuencias hubiera tenido el golpazo para nuestro exnovicio, á no haberlo dado de lleno en la panza del malhadado pintor, que seguía durmiendo la mona en su rincón, ajeno á cuanto en la venta ocurría.

La mujer del juez me vendió una vez su tapis por un peso, y el marido dijo que aquella venta no servía porque no tenía su consentimiento. ¡Abá! me sacó el tapis y ella no me ha devuelto el peso hasta ahora, pero yo no la pago en el panguingui, cuando gana, ¡abá! Así le he podido cobrar doce cuartos, y por ella solamente voy á jugar. Yo no puedo sufrir que no me paguen una deuda, ¡abá!

Me dirigí hacia el pueblo, formado por quince o veinte casas agrupadas en derredor de la iglesia, y me detuve en una venta del camino, con el objeto de almorzar, y de paso a enterarme de la clase de gente que vivía en Bisusalde.

Quizá lo que veía en los otros no era más que el reflejo de su propia imagen como nos sucede a todos los humanos. Para él no había hombre ni mujer incorruptibles. Un poco más caras o un poco más baratas las conciencias, todas estaban a la venta. En los últimos años el soborno llegó a ser en él una manía.

Miré alrededor y vi una especie de choza que tenía aspecto de venta; los indios habían abandonado allí a las niñas para irse a tomar guarapo. ¡Y el sol rajante caía sobre ellas y sus ojitos empezaban a tener la fosforescencia de la fiebre!

Palabra del Dia

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