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«Es preciso averiguar si realmente ha muerto Rumblar... ¿Entrará al fin Inés en la familia de su madre? ¿La perderé para siempre? ¿Debo reírme de mi necia y ridícula aspiración? ¿Un hombre como yo puede subir a tanta altura? ¿La misteriosa obscuridad de los tiempos venideros ocultará alguna cosa que destruya este nivel espantoso? ¿Puedo esperar o resignarme desde ahora, bendiciendo la mano de la Providencia que me arroja en el polvo de donde nunca debí intentar salir

Lo que no he podido dejar de sentir es que me note de viejo y de manco, como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo, que no pasase por , o si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

Estas injurias vengará la mano Del fiero Atila en tiempos venideros, Poniendo al pueblo tan feroz Romano Sujeto á obedecer todos sus fueros, Y portillos abriendo en Vaticano: Tus bravos hijos, y otros estrangeros Harán que para huir vuelva la planta El gran Piloto de la nave santa.

Quedamos en que... Mañana, a la hora que te venga mejor. Cochero, vuelva usted. Déjame a la entrada de la calle de Valencia. Donde quieras. Y pasado mañana también dijo tras una pausa y con ansiedad la insensata mujer. Y al otro, y al otro... Pero no muerdas... Miraba ella al porvenir, y su radiante felicidad se nublaba con la idea de que los días venideros desmintieran aquel en que estaba.

Las deudas tenían aliento de fiebre, la real hacienda jadeaba; cada año se gastaban los ingresos de cinco años venideros. ¿Qué expediente, qué arbitrio quedaba por ensayar?

A los forasteros huéspedes nos trataba con mucha dulzura; porque «la hospitalidad decía fué don particular de los pueblos antiguos, y debe ser practicada por los presentes para enseñanza de los venideros».

Como sus tipos mejores, Capus estaba cierto de que los años venideros desvanecerían la oscuridad en que la indiferencia del presente dejaba su nombre, y entretanto continuó estudiando, aguardando lo que él mismo llamaba más tarde la ocasión, «la vena». Alfredo Capus no sobresale como creador de caracteres; este dón, inagotable en Balzac, lo disfrutan muy pocos.

Los europeos, que eran los únicos habilitadores, ya no querian suplirles cantidad alguna, y desesperados por no hallar remedio para socorrerse, y chancelar sus deudas, maquinaron esta rebelion, que se hará dudosa á los tiempos venideros, por el conjunto de muertes, robos, sacrilegios, profanaciones y demas crueldades que se egecutaron.

Caballero andante soy, y no de aquellos de cuyos nombres jamás la Fama se acordó para eternizarlos en su memoria, sino de aquellos que, a despecho y pesar de la mesma envidia, y de cuantos magos crió Persia, bracmanes la India, ginosofistas la Etiopía, ha de poner su nombre en el templo de la inmortalidad para que sirva de ejemplo y dechado en los venideros siglos, donde los caballeros andantes vean los pasos que han de seguir, si quisieren llegar a la cumbre y alteza honrosa de las armas.

Esperemos los dias venideros: El rocío la flor fecundará, El sol relucirá tras negra noche, Y el cielo nos dará la libertad! Un himno fué tu vida, que la muerte Hizo en tus dulces labios espirar, Como espira el sonido de una cuerda Que la tension obliga á reventar.