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Actualizado: 12 de junio de 2025
Su muger, que cada dia era mas fea, se hizo de una condicion de vinagre inaguantable; y la vieja cayó enferma, y era mas regañona, todavía que Cunegunda. Cacambo que cavaba el huerto y llevaba á vender la hortaliza á Constantinopla, estaba rendido de faena, y maldecia su suerte.
¿Y cuántos novillos puede usted vender, buen hombre? Unos treinta mil, señor. No necesitó oir más el personaje. Se levantó de su mesa y le ofreció obsequiosamente un sillón. Usted no puede ser otro que el señor Madariaga. Para servir á Dios y á usted. Aquel instante fué el más glorioso de su existencia.
Ramiro se puso en pie bruscamente. ¿Qué había escuchado? ¡Vender los retratos de sus mayores!
El criado le miró estúpidamente, sin contestar. ¿Cómo la había de conocer, él, que había pasado la vida detrás del ganado, y sólo iba a Lancia algún día de mercado a comprar o vender una vaca? El conde se hizo cargo de esto y preguntó enseguida: ¿Es bajita? No es muy alta, no, señor. ¿Ojos muy negros y vivos? ¿color bajo? ¿el andar muy suelto y elegante?
Valia esta unas sesenta onzas de oro; pero me vían pobre, y con premura de vender. El primero á quien me dirigí me ofreció treinta, el segundo veinte, y el tercero diez; y la iba á dar por este precio, segun estaba ciego. Vino á la sazon á Babilonia un príncipe de Hircania, asolando todo el pais por donde pasaba, el qual saqueó mi casa, y despues le puso fuego.
Me marcho á París... Quiero salir mañana; arregla lo necesario. Luego, al fijar sus ojos en el coronel, continuó, con voz más dulce: Creo que nunca volveré aquí... Voy á vender Villa-Sirena. Don Marcos desciende por los jardines públicos hacia la plaza del Casino, en conversación con un militar.
Es por esta razón que os aconsejo que me dejéis a mí el encargo de vender a Relámpago. Lo montaré mañana en la cacería, reemplazándoos, con mucho gusto. No tendré tanta apostura como vos en la silla, pero se admirará más al caballo que al jinete. Sí, eso es... ¡Confiaros mi caballo!
Entre otros que decidieron vender cara su vida en vez de esperar á que inicuamente se la quitaran, despojándolos de sus haciendas y encerrándolos en lóbregos calabozos, Arismendi se refugió en los montes decidido á rendir la suya, pero con las armas en la mano.
Se presentó en la nueva casa correctamente vestido de negro, serio y grave, con un rollo de papeles en la mano; Casilda no quería recibirle, pero Pablo, más conciliador, le hizo pasar a la sala y allí, inclinándose con afectación de académico, declaró que iba a rendir cuentas del albaceazgo y a entregar lo que en la partición había correspondido a los herederos, después de pagar deudas y honorarios, para lo cual había habido necesidad de vender las propiedades, como lo sabían muy bien.
Comiéronse los caballos y otros animales, repartiéndolos por raciones, y hubo algunos, y no es manera de decir, que comieron hígados de turcos; y se vió vender una gallina en 14 ducados, y muchas cabezas de cebollas, que llevó una fragata que fué con unos despachos de Sicilia, á ducado cada una, y cada cabeza de ajos un real, y á este respecto, y otras cosas que llevó.
Palabra del Dia
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