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Actualizado: 18 de junio de 2025
Al Comendador se le antojaba esto una nefanda monstruosidad; pero la prefería á ver, á imaginar á Clara entre los secos brazos de D. Casimiro; y en su orgullo de hidalgo, y en su afán de no verse él mismo mentiroso y fullero, y de no pensar menos noblemente que una mujer fanática y desatinada, lo prefería todo á que Clarita se alzase en su día con los bienes de D. Valentín.
Doña Blanca, persuadida de que la súbita vocación de su hija era sincera y profunda, tuvo con D. Casimiro una conversación muy afectuosa y grave, y le dió sus pasaportes. El P. Jacinto ponderó el fervor de Clara y animó á Doña Blanca para que á la mayor brevedad la dejase entrar de novicia en un convento de carmelitas descalzas que en la ciudad había. D. Valentín se avino á todo sin chistar.
Sobre este monte parescieron nueve hermosísimas doncellas que representaban las nueve musas, cantando y tañendo muy suavemente, etc.» M. S. contemporáneo de la coleccion del Sr. D. Valentin Carderera. Este consejo fué instituido por el severo duque de Alba en Flandes.
Pero, lo juro por mi honor, por Dios, por lo más sagrado: mi locura será de muy diversa índole. Soñará con mi locura. Pues qué, ¿imagina que soy yo un segundo D. Valentín? ¿Piensa que me someteré á sus monstruosos caprichos? ¿Entiende que soy necio y que voy á creer lo que á ella se le antoje hacerme creer?
El tiempo que estas visitas le dejaban libre aprovechábalo para hacer excursiones a San Sebastián, trabajar para el periódico o salir a la pesca con su huésped. Este D. Valentín, antiguo capitán de El Rápido, bergantín redondo que hacía la carrera de la Habana, era una persona bastante original.
Lo único que mitiga un tanto la enormidad de mi delito es la mala opinión que tenía yo entonces de casi todas las mujeres. Si lo hubiera previsto... me hubiera guardado bien de pretender á Doña Blanca. Aunque no hubiera habido otra mujer en la tierra... su corazón hubiera quedado entero para D. Valentín, sin que yo se le robara.
D. Valentín no creo que sea hombre muy interior, espiritual y contemplativo; pero como tiene tanto miedo á su mujer y quiere darle gusto siempre, vive también á lo místico, apartado del trato humano, y yo le juzgo capaz de azotarse con unas disciplinas, no tanto por amor de Dios, cuanto por amor y por miedo de Doña Blanca. Don Fadrique escuchaba y callaba. No tenía humor de despegar los labios.
¿Y esa chica que ha venido a preguntarme si quería cenar, quién es? Ah, Maximina, ¡pobrecilla! Es mi sobrina; hija de un hermano de Valentín, mi marido. No conoció a su madre; su padre era el capitán del Duero, un vapor que V. habrá visto acaso. Ese vapor, yendo hace tres años para Manila, embarrancó.
LEONARDO COIMBRA. La alegría, el dolor y la gracia. Tr. del portugués por Valentín de Pedro. MIGUEL DE UNAMUNO. Tres novelas ejemplares y un prólogo. ANTON CHEJOV. El jardín de los cerezos. Traducida del ruso por Saturnino Ximénez. TOMAS MANN. La muerte en Venecia. Tristán. Traducida del alemán por J. Pérez Bances. ALEJANDRO ARNOUX. El "cabaret". Traducida del francés por Bernardo G. de Candamo.
Don Valentín, combatido por los opuestos sentimientos de la compasión y del terror que su mujer le inspiraba, seguía viniendo con frecuencia á informarse del estado de la paciente; pero, en vez de entrar en el cuarto y asomar la nariz á la alcoba, se quedaba fuera y asomaba sólo al cuarto la nariz, preguntando á su hija: ¿Cómo está tu mamá? Clara respondía: Lo mismo; y D. Valentín se iba.
Palabra del Dia
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